Con relación a las perspectivas 2024 y según la mayoría de los analistas, el entorno actual de debilidad económica se debería mantener en los próximos tres-cuatro trimestres. Escenario que ya se viene anticipando por los indicadores adelantados denominados PMI, que siguen manteniendo una pendiente negativa tanto para la curva del sector manufacturero como en la de servicios. Por lo tanto, para el próximo año y a la espera de la evolución de los acontecimientos, las perspectivas económicas globales siguen mostrando síntomas de enfriamiento y debilidad, anticipando la OCDE un crecimiento mundial raquítico del 2,7% tras el 3% del 2023. No obstante, según el consensus de analistas macroeconómicos, los factores de seguimiento para tener en cuenta en el 2024 y que pueden alterar estas previsiones serian:
a) Evolución de los precios. Impacto en la inflación de los precios de la energía, petróleo y alimentos;
b) Posibles efectos de segunda vuelta sobre la inflación vía márgenes y/o salarios;
c) Evolución de la actividad económica global y, en especial, en China, Alemania, Reino Unido y países emergentes;
d) Transmisión e impacto del endurecimiento de la política monetaria;
e) Posibles tensiones geopolíticas;
f) Ritmo de ejecución de los fondos Next Generation y;
g) Evolución de las cuentas públicas. Por lo tanto, y dentro de un entorno complejo caracterizado por la incertidumbre, las perspectivas del 2024 parecen ser similares o un poco más débiles que las mostradas a lo largo del 2023, descartándose la palabra “recesión” pero manteniendo vigente el concepto “enfriamiento económico” quedando todavía mucho camino por andar.
Si analizamos país a país y empezamos por Estados Unidos, la economía norteamericana es una de las más solidas del entorno internacional. Este año, y superando las expectativas, esperan crecer un 2,1% tras el 3,5% del 2022. Con unas condiciones de pleno empleo y una inflación hoy en día al 3,7%, el impacto de sus tipos de interés al 5,50% debería enfriar el PIB 2024 hasta el 1,5%. La FED USA no espera iniciar la normalización de su política monetaria hasta finales del 2024 y ellos mismo son conscientes y han cuantificado que el impacto del nivel de sus tipos de interés debería restar un 2% al crecimiento esperado en el periodo 2023 – 2025. No obstante, la menor dependencia de este país del petróleo y energía exterior, unido a la importancia del consumo interno en su PIB, permite anticipar un periodo de transición más cómodo a EE.UU. frente al resto de sus contrapartidas.
En relación con la Zona euro, el entorno es diferente. Lastrada por el impacto de sus altos tipos de interés y por su dependencia exterior de la energía, petróleo y materias primas y por el descenso del consumo e inversión, las perspectivas del BCE para el crecimiento 2023 se sitúan en un 0,7% y de un 1,0% en el 2024. Niveles insuficientes para alcanzar el equilibrio, estando todo muy influenciado por la negativa evolución de países como Alemania, Austria, Países Bajos o Italia. La situación de la inflación no es muy positiva, esperándose que se mantenga en el 5,6% este año para bajar al 3,1% en el 2024 y un 2,1% en el 2025.
Como hemos comentado, hay que destacar la situación irregular que atraviesa Alemania. Muy afectada por su dependencia del petróleo ruso y del exterior en el resto de las energías y materias primas, unido a su complicada relación actual con su principal socio comercial que es China. Los economistas esperan que este año se cierre con un crecimiento negativo del -0,40% y una inflación en el 6,4%. Ante esta situación, el gobierno alemán ha aprobado un paquete de impulso económico por 32.000 millones de euros que permita iniciar la recuperación de esta economía. Las perspectivas 2023-2024 para este país no parecen muy halagüeñas.