Una de las frases que más veces se ha oído en el mundo de la gestión empresarial es la que dice que “lo que no son cuentas, son cuentos”. Sin embargo, desde que, en 1997, se crease el Global Reporting Iniciative (GRI) con el objetivo sistematizar una batería de indicadores para medir los impactos ambientales y sociales de las empresas, hasta hoy, cuando tanto desde Europa como desde Estados Unidos se han lanzado procesos de hard law y de soft law sobre el reporte de sostenibilidad, hemos vivido un proceso de casi 25 años con un objetivo claro: equiparar la información no financiera (o de sostenibilidad, o de ESG, o como se quiera denominar) a la financiera. Es decir: los cuentos se querían parecer a las cuentas.
Pero… ¿por qué se está produciendo esta equiparación? La respuesta, en nuestra opinión, es sencilla: los aspectos anteriormente llamados “No Financieros” (hoy llamados ESG) generan importantes impactos financieros en el mercado, positivos… pero también negativos. No hay más que echar la vista atrás para darse cuenta de que muchos escándalos corporativos que tuvieron su origen en factores ESG, generaron enormes quebrantos patrimoniales. Por eso es necesario dotar de mecanismos de transparencia que permitan que, cualquiera que financie una empresa (inversores, financiadores, bonistas, etc.), tenga claro el nivel de riesgo que asume al realizar operaciones con ella… en todos sus ámbitos (financieros y no financieros).
Pero este argumento puede llevarse incluso más allá. ¿Cuánto empleo destruyeron estos casos? ¿Cuántos proveedores dejaron de ingresar el importe de sus facturas o perdieron negocios futuros? ¿Qué impacto tuvieron en las cuentas públicas? Definitivamente, los aspectos de sostenibilidad tienen impactos financieros muy importantes para todos los stakeholders, no solo para los shareholders (accionistas). Por tanto, para conocer hoy la viabilidad de cualquier compañía es necesario analizar toda la información de la empresa en su conjunto: la financiera y la de sostenibilidad.
Una equiparación global
Este proceso de equiparación de información se está produciendo a nivel global, porque el capital y las relaciones comerciales son globales. Europa, que quiere liderar este proceso desde 2014 con la Directiva (UE) 2014/95, de 22 de octubre, sobre información no financiera y diversidad, ha aprobado recientemente la Directiva (UE) 2022/2464, de 14 diciembre, conocida popularmente como Directiva Información Corporativa en Materia de Sostenibilidad (CSRD por sus siglas en inglés), que se desplegará a través de los “European Sustainability Reporting Standards”, preparados por el EFRAG y publicados en junio por la Comisión para ronda alegaciones. Estados Unidos, también está en ese camino, después de que la SEC publicase en marzo de 2022 el documento “The Enhancement and Standardization of Climate-Related Disclosures for Investors".
Junto a estas iniciativas, hay otras lanzadas por instituciones globales que están avanzando en esta misma dirección con su propio modelo de estándares: la Task Force on Climate related Financial Disclosures (TCFD), el think tank creado en 2017 para trabajar sobre riesgos climáticos; el International Sustainability Standards Board (ISSB), creado en noviembre de 2021 por la Fundación IFRS, que ya ha sacado dos documentos para comentarios, que se apoya en TCFD y en los parámetros de las normas del Sustainability Accounting Standards Board (SASB); o las iniciativas lideradas por Value Reporting Foundation, y por el WEF (WEF IBC’s stakeholder capitalism metrics), que tienen también como objetivo la creación de estándares en sostenibilidad y con las que IFRS está alcanzado también acuerdos para alcanzar un modelo coherente de métricas.
Retos del consejo de administración
Este proceso, equiparación de las informaciones financiera y de sostenibilidad, tiene un impacto muy destacado para los consejos de administración. La razón es sencilla: aun cuando la legislación actual le confiere al consejo responsabilidades equivalentes en ambas informaciones (tiene que firmar las cuentas, el EINF y que éste forme parte de las cuentas anuales) lo cierto es que los mecanismos de control y supervisión que tiene sobre ambas no están igualmente desarrollados.
En el gráfico adjunto, que se incluye en el “V Estudio comparativo de los Estados de Información No Financiera (EINF) del Ibex 35”, hemos analizado cómo ha evolucionado, desde 2018 hasta hoy, la madurez de los principales instrumentos de control y supervisión de la información de sostenibilidad respecto de los de la información financiera, que cuentan con un nivel de madurez muy alto (círculo blanco del gráfico). En el gráfico se aprecia el gap aún existente de la madurez de los principales instrumentos de control y supervisión, como son la existencia de políticas, análisis de materialidad, estrategias y objetivos, gestión de riegos, verificación, homogeneidad de los resultados y criterios de remuneración.