Aunque cada vez hay más conexiones entre los ecosistemas de información financiera y de sostenibilidad, existen otros factores entre los que se incluyen, aunque no exclusivamente, los proveedores de datos y calificaciones ESG no regulados, la sociedad civil, los inversores activistas, y los empleados.
El ecosistema de información sobre sostenibilidad pretende servir a dos grupos principales de inversores: los que se centran en el riesgo financiero, es decir, los que buscan información material relacionada con el impacto financiero en una empresa de los factores relacionados con la sostenibilidad; y los que se centran en el impacto social, es decir, los que buscan información sobre el impacto de la empresa en su entorno externo (incluidas las personas, las comunidades, el medio ambiente y la sociedad).
En ese contexto, para satisfacer mejor las necesidades de los inversores que buscan datos ESG útiles, los integrantes del ecosistema de información sobre sostenibilidad deben generar confianza y mejorar la colaboración. Un nuevo estudio de EY, The emerging sustainability information ecosystem, ha identificado cinco áreas de interés para apoyar este objetivo:
1. Aumentar la transparencia de los indicadores compuestos
Los indicadores compuestos se encargan de puntuar a las empresas en una amplia gama de cuestiones ESG, en el que cada de estas tiene un peso diferente dentro de la calificación general. Por ello, uno de los retos a los que se enfrentan las empresas es que las calificaciones ESG no sirven de utilidad a los inversores interesados en el impacto social, ya que se ponderan en función de la materialidad financiera.
Cada uno de los mayores proveedores de calificaciones ESG utiliza un enfoque de materialidad financiera distinto para desarrollar estos ratings. Además, la falta de transparencia sobre la ponderación de los temas ESG reduce claridad y la utilidad de las decisiones.
Por otro lado, el enfoque compuesto presenta otros retos, como es la falta de consenso sobre las definiciones y las metodologías de cálculo. Esta situación dificulta el análisis riguroso de los resultados medioambientales de una organización. Por todo ello, los inversores deben ser conscientes de estas distinciones, limitaciones de medición y variaciones.
2. Aumentar la comprensión de los distintos usos de la información sobre sostenibilidad
La información sobre sostenibilidad puede servir para dos propósitos: evaluar el riesgo financiero y evaluar el impacto social. Estos usos no son mutuamente excluyentes, pero se confunden fácilmente.
Hasta la fecha, el ecosistema de información sobre sostenibilidad ha evolucionado para satisfacer las expectativas de las partes interesadas, enfocadas principalmente en la evaluación del riesgo financiero. Sin embargo, una encuesta en 2020 reveló que el 71% de los inversores individuales, a nivel mundial, quieren tener un impacto social positivo como parte de sus objetivos de inversión. Todo ello se traduce en un impulso de las inversiones en ESG y una mayor prioridad a las consideraciones sociales y morales.
De esta manera, aunque existen solapamientos entre las principales motivaciones en materia de ESG, todavía es necesario aclarar los distintos casos de uso de la información sobre sostenibilidad.
3. Establecer condiciones que garanticen la aplicación de la norma
La información sobre sostenibilidad y todos los actores que lo componen deben contar con una garantía externa solida e independiente, para así conseguir un cumplimiento de las regulaciones establecidas. Estados Unidos y la Unión Europea ya están estudiando la posibilidad de imponer requisitos de garantía a las normas de divulgación de la sostenibilidad.
Por otro lado, a medida que aumente la demanda de assurance, será fundamental que los actores del ecosistema de la información sobre sostenibilidad reconozcan y se adhieran al concepto de gestión de riesgos conocido como las “tres líneas de defensa”. Estas líneas están ampliamente reconocidas como críticas para crear confianza y mantener un sistema de información riguroso que proporcione información precisa e imparcial.
4. Desarrollar taxonomías comparables e interoperables
Para lograr una verdadera transparencia y comparabilidad en la información sobre sostenibilidad, las jurisdicciones necesitan taxonomías basadas en principios complementarios. Las taxonomías son sistemas que determinan qué actividades económicas deben considerarse sostenibles. De esta manera, ayudan a despejar la confusión sobre lo que se considera sostenible y lo que no lo es. En este momento, hay más de 20 taxonomías en fase de aprobación en el mundo.
La Unión Europea ya ha comenzado a avanzar considerablemente en el desarrollo de taxonomías. Con el “Pacto Verde Europeo” la Unión pretender aumentar sus inversiones sostenibles para conseguir que Europa sea neutra, desde el punto de vista climático, en 2050. Asimismo, la UE también está trabajando con China en una taxonomía de terreno común.
5. Reducir las barreras de entrada para las entidades procedentes de economías emergente
Las economías emergentes representarán una gran mayoría de las emisiones de gases de efecto invernadero del mundo en 2050. Sin embargo, tienen menos capacidad de adaptación a los impactos del cambio climático en comparación con otros mercados. Debido a su ubicación, también es probable que estén más expuestas a acontecimientos graves relacionados con el clima.
La ausencia de datos exhaustivos sobre sostenibilidad en las economías emergentes apunta a la necesidad de reducir las barreras para que los participantes del mercado en estas economías divulguen información de sostenibilidad. No se trata de abogar por normas diferentes, que podrían ser contraproducentes, sino de proporcionar una mayor asistencia técnica y compromiso con las economías emergentes en el ecosistema de la información sobre sostenibilidad.