El modelo español de gestión de la movilidad en carretera sigue siendo uno de los más avanzados a lo largo de todo el mundo.
Las carreteras interurbanas españolas, principalmente Autopistas y Autovías, son recorridas por 13.000 km de fibra óptica y están monitorizadas con cerca de 10.000 dispositivos entre cámaras, lectores de matrículas, aforadores y estaciones meteorológicas, entre otros. Toda esta infraestructura, gestionada por la Dirección General de Tráfico (DGT), nos permite monitorizar lo que sucede en nuestras carreteras y, a través de los paneles de mensaje variable, unidos a la misma red, interactuar con los conductores.
Somos conscientes de que no llegamos a todos los puntos de nuestras carreteras, puesto que la red interurbana tiene una longitud de 165.000 km, y que tampoco llegamos al interior de las ciudades. No obstante, nuestro modelo de gestión de la movilidad en carretera ha sido y sigue siendo uno de los modelos más avanzados del mundo.
Actualmente son distintas las tendencias tecnológicas que amplían las posibilidades de llegar a más sitios y de una manera más ágil. Por un lado, la mejora en implantación de las comunicaciones celulares y, por otro, la aparición del Big Data y del Internet de las cosas (IoT).
Las tecnologías de comunicaciones han avanzado notablemente y España está a la cabeza en implantación de 3G, 4G y ahora de 5G, lo que nos permite llegar a prácticamente cualquier punto de nuestras carreteras. El IoT ha llegado con la voluntad de que todo esté conectado y, ¿por qué no?: también podrían estarlo los coches.
Con esta perspectiva nace la plataforma de vehículo conectado DGT 3.0 con la que se pretende interactuar con los principales fabricantes de automoción, con los navegadores y con las APPs de movilidad del mercado.
Esta interacción nos permitirá, en primer lugar, recibir la información que otras aplicaciones o vehículos puedan generar: información sobre incidentes de tráfico, accidentes, atascos, obstáculos en la vía, derrumbamientos, estado de los semáforos de una ciudad, activación de un protocolo de contaminación en una ciudad, ocupación de un aparcamiento, apertura de los carriles de alta ocupación etc. Además, habilita un canal para que los vehículos, convertidos en sensores de la vía, nos puedan informar sobre la activación del control electrónico de estabilidad, los “warnings” o limpiaparabrisas. Toda esta información, combinada con la generada en los Centros de Gestión de Tráfico, nos permitirá contar con evidencias en tiempo real.
En segundo lugar, una vez que disponemos de información de calidad sobre lo que sucede en la carretera, nuestro deber es compartirlo en tiempo real y con carácter gratuito. Esto se consigue publicándolo en el Punto de Acceso Nacional de Información de Tráfico y, de este modo, llegará a todo aquel que esté conectado, pudiendo así navegadores, APPS y vehículos consumir aquella que les resulte más relevante.
Pensemos en la potencia que estas tecnologías nos pueden ofrecer y el gran beneficio que para el ciudadano puede suponer.
Imaginemos que en un tramo de carretera por el que transitan 20 vehículos por minuto, tres de ellos nos informan de que se les ha activado el ESP y, por lo tanto, nos aportan la evidencia de la existencia de hielo en la calzada. Imaginemos también que, además de avisar a los servicios de conservación de la carretera para que puedan actuar, avisamos también a todos los vehículos que se encuentran a 500 metros de alcanzar ese punto de la vía, alertándoles y evitando de este modo el potencial accidente. Este sería un caso extremo en el que se pone de relevancia el gran valor que aporta esta información.
Por otro lado, en lo que tiene que ver con las políticas de movilidad de una gran ciudad, imaginemos que una vez activado el protocolo anticontaminación solamente los vehículos con etiqueta medioambiental puedan acceder a una zona restringida y que nos acercamos con un vehículo sin distintivo medioambiental. Si somos capaces de advertir a este vehículo de que no podrá acceder a la ciudad y le ofrecemos rutas alternativas o el mejor modo para llegar al aparcamiento disuasorio mejor comunicado con su destino, habremos conseguido evitar un gasto innecesario de combustible, reducido la contaminación, y contribuido a aminorar el tráfico de agitación en la ciudad.
Estos son solo algunos ejemplos de en qué línea se está trabajando. Pero en la DGT estamos impulsando reformas regulatorias que nos permitan avanzar para dar un mejor servicio al ciudadano en carretera.
En los próximos meses se aprobará un reglamento de modificación del Reglamento General de Circulación y del de Vehículos en el que se incluyen dos grandes pasos en materia de conectividad. Por un lado, los vehículos de auxilio en carretera de tendrán que informar a la plataforma DGT 3.0 de su posición en la carretera y, de este modo, seremos capaces de proteger al vehículo accidentado, al operador de auxilio en carretera y a la propia grúa dándoles, además de la visibilidad física, la visibilidad virtual que la tecnología ofrece.
Por otro lado, no menos importante, se regula la nueva señal V16 que actuará como un “triángulo virtual”. Cuando un vehículo forme parte de un accidente, en lugar de salir a colocar el triángulo bastará con que coloque encima del vehículo esta señal luminosa. Pero esta señal no solo será perceptible por aquellos conductores que se aproximen al punto del accidente y que tengan línea de visión directa con el mismo, si no que la señal enviará su posición a la plataforma DGT 3.0 y esta información llegará al interior de los vehículos que se aproximen, con lo que se reducirán las posibilidades de alcances gracias a disponer de esta información en tiempo real.
Esta misma tecnología nos permitirá en los próximos meses geolocalizar las obras en la carretera, el inicio y final de una prueba deportiva o el ciclista aficionado un sábado por la mañana. El fin último en todos los casos es eliminar la sorpresa en la carretera y proteger al más vulnerable.
Sin duda, el vehículo conectado es la gran revolución en materia de seguridad vial.