El Cronista | Por Gustavo Consoli, Socio, Impuestos, EY Argentina.
La irrupción de la inteligencia artificial (IA) en el ámbito empresarial está generando una revolución sin precedentes. Esta tecnología no solo está transformando los negocios existentes, sino que también está propiciando la creación de nuevos modelos comerciales.
Sin embargo, con estos avances emergen desafíos significativos y novedosos, y aunque existen incertidumbres en torno a su aplicación y fiabilidad, la IA indudablemente está marcando un hito histórico.
La función fiscal no es ajena a esta transformación. Es crucial analizar cómo la IA puede influir en los procesos tributarios para optimizar y agilizar las tareas cotidianas, que suelen ser numerosas, tediosas y complejas. Si bien en el pasado destacamos la importancia de los "bots" en la función fiscal, hoy en día la IA ofrece soluciones que prometen ser aún más eficaces y eficientes.
En el contexto fiscal argentino, caracterizado por un entramado normativo extenso y en constante evolución, la IA puede desempeñar un papel crucial. Por ejemplo, la IA podría proporcionar respuestas rápidas y precisas a consultas sobre el tratamiento de operaciones específicas en materia de impuestos, aunque estas respuestas siempre deberán ser verificadas dada la actual incertidumbre sobre la fiabilidad de la tecnología. No obstante, una primera aproximación al tratamiento podría ser esbozada y además, con un pedido de citas de normas, podría tenerse en cuenta las normas aplicadas.
Más allá de la consulta de normativas, el verdadero potencial de la IA, a nuestro entender, se manifiesta en el análisis de datos. En la función fiscal, se manejan y procesan grandes volúmenes de información, lo que demanda una inversión de tiempo considerable y requiere controles exhaustivos para prevenir errores en la información suministrada a las Autoridades Fiscales, en sus distintos niveles.
Al mismo tiempo, es preciso resaltar que estas también cuentan con información del contribuyente y el cruzamiento de los datos es clave para las funciones de compliance. Aquí es donde la IA puede ser invaluable, permitiendo verificar datos específicos entre millones y realizar controles o detectar tendencias en cuestión de segundos.
Un ejemplo concreto de la utilidad de la IA es la interpretación de documentos electrónicos, como por ejemplo facturas, para determinar ciertos valores, como por ejemplo el importe de las percepciones incluidas en las mismas. Aunque el análisis de un solo documento puede parecer trivial, al escalar este proceso a miles o millones de documentos, la eficiencia se incrementa exponencialmente.
Es importante recordar que nuestro sistema tributario está repleto de retenciones y percepciones que deben ser procesadas y controladas cuidadosamente, ya que las empresas que actúan como agentes son responsables de estos impuestos que resultan ser de terceros y las penalidades por errores u omisiones son severas y cuantiosas.
Al no existir documentos de electrónicos sino digitales de los comprobantes de retención y percepción, en general, son cargados en los sistemas de manera manual. Ello demanda de controles y conciliaciones posteriores, la cuales podrían ser agilizados con el uso de inteligencia artificial.
Se podrían enumerar muchos más usos de la IA aplicados a la función de impuestos (control de alícuotas, traducciones, revisión de textos, etc.), aunque consideramos que los enunciados son las más apropiados en el escenario actual.
En resumen, nos encontramos en un punto de inflexión que exige un análisis detallado y una implementación estratégica para simplificar y mejorar la eficiencia de la función fiscal. La IA ya está aquí; solo resta definir cómo y dónde aplicarla de manera efectiva.