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De victoria en victoria

Los ingresos por impuestos de las arcas forales han crecido de forma significativa.

En los últimos días ha sido noticia el hecho de que los ingresos por impuestos de las arcas forales de los tres Territorios Históricos, en el primer trimestre de este año, han crecido respecto al mismo trimestre del año pasado de una forma significativa.

De hecho, de una forma muy superior a lo que las propias administraciones forales tenían contemplado en sus presupuestos.

Si bien es cierto que dicho aumento no está siendo homogéneo ni en los tres Territorios ni en su distribución entre las distintas figuras impositivas, sí creo que se pueden formular algunas consideraciones generales sobre esta situación, que, a mi juicio, pese a ser aparentemente coyuntural, no es nada sorprendente en estos momentos.

La primera reflexión que debe abordarse es la relativa al origen o causa de esta escalada fiscal. Si la raíz de la mayor recaudación, asumiendo una legislación tributaria estable (lo que no deja de ser, ciertamente, algo más parecido a un deseo o quizás una utopía que una realidad verosímil), se encontrase en la dinamización de la actividad económica, como sería deseable en una situación de reactivación posterior a la crisis sanitaria, podríamos concluir que el aumento de los ingresos públicos sería una noticia positiva.

Sin embargo, en estos momentos, el incremento recaudatorio, en buena medida, tiene su origen en una inflación que sube a la carrera, de una forma que desde hace muchos años no veíamos en nuestro entorno económico. De hecho, el impuesto que está en un auténtico “rallye” de recaudación es el Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA). Y debemos recordar que, dicho impuesto indirecto, se aplica sobre el precio de los objetos o servicios adquiridos. Es decir, que si los precios suben, la recaudación por IVA crece. Lo cual es un doble castigo para los consumidores finales. Por una parte, les costará más dinero mantener el mismo nivel de vida, al haber subido los precios. Y, por otra, dispondrán de menor renta disponible para mantener dicho nivel de vida por el incremento impositivo que deben afrontar.

Es decir, que la causa del aumento de la recaudación no se puede decir que sea la consecuencia de algo positivo. Una inflación como la que estamos soportando genera efectos perversos en la economía. Sin perjuicio de que la actividad económica del año 2022 está siendo superior a la del año 2021, que fue todavía un ejercicio muy penalizado por las restricciones a la movilidad.

La segunda reflexión que me gustaría abordar es si el aumento de los ingresos de naturaleza impositiva es sostenible y controlado e, incluso, puede ayudar al crecimiento económico de nuestro entorno.

En mi opinión, no es controlado de una forma relevante, ya que está siendo generado por una inflación descontrolada motivada por una especie de tormenta perfecta en la que han confluido una amplia variedad de causas, tales como el alza de los precios de la práctica totalidad de las materias primas, la crisis de la energía, los problemas de interrupción de las cadenas de suministro y logística, o la falta de determinados componentes. Y, recordemos, que la inflación disparada genera ralentización de la economía y, en consecuencia, a la larga, menor recaudación.

En lo que se refiere a la sostenibilidad del incremento, ciertamente confío en que no sea sostenible. Y no por aplicación de la discutida teoría de la curva de Laffer, que establece que, a partir de determinada presión fiscal, la recaudación decrece; bien sea porque aparece el fraude o porque se desincentiva la actividad económica, por aquello que lo de “trabajar para el inglés”, bien, pero hasta cierto punto.

Espero que no sea sostenible, precisamente, en atención a cuál es la causa del incremento recaudatorio a la que me he referido antes, muy vinculado a la escalada de la inflación, que considero absolutamente necesario controlar. Y, bueno, también, porque no pierdo la esperanza que nuestras administraciones forales reduzcan la presión fiscal.  Lo que, quizás, sea un ejercicio excesivamente optimista. Es cierto que se ha anunciado que para el año 2023 los responsables forales habrán terminado su reflexión sobre la fiscalidad foral. No perdamos la esperanza. Las cosas se pueden hacer bien.

Y, por último, la reflexión más profunda, no por la dificultad de llegar a ella, sino por lo que supone llevar a cabo una posible respuesta. ¿Es realmente equitativo y distributivo, socialmente eficiente, tener una presión fiscal como la que tenemos? Y, es cierto, que nos faltaría hablar de las contribuciones a la Seguridad Social, para tener la foto completa de dicha presión.

Y aquí, debemos llegar a hablar del capítulo de gastos de nuestras Administraciones. De todas, que no son pocas. Por supuesto que debemos, pero lo que no sé es si vamos a poder, mantener nuestro estado del bienestar. Nos debemos plantear si el peso del sector público, que no para de crecer, es el que necesitamos. Baste con una pequeña muestra: el sector público ha generado el 63% del empleo público en el País Vasco desde que estalló el COVID.

Termino, sin embargo, afirmando que estoy seguro de que saldremos hacia adelante. Nuestra economía, nuestra gente, ha demostrado una resistencia, y resignación, en momentos más difíciles que el actual. Lo que no se es cómo saldremos, qué hipotecas dejaremos a nuestros hijos y, sobre todo, lo que no se es cuándo saldremos. En esto, no soy optimista.

Publicado en El Correo


Resumen

Los ingresos por impuestos de las arcas forales de los tres Territorios Históricos, en el primer trimestre de este año, han crecido respecto al mismo trimestre del año pasado de una forma significativa. De una forma muy superior a lo que las propias administraciones forales tenían contemplado en sus presupuestos. Sin embargo, en estos momentos, el incremento recaudatorio tiene su origen en una inflación que sube a la carrera. Además, debemos hablar sobre los gastos de nuestras Administraciones: nos debemos plantear si el peso del sector público, que no para de crecer, es el que necesitamos.

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