El BCE ha hecho lo que todos dudábamos que hiciera, aunque sabíamos que no había otro camino.
La película de Sidney Poitier tenía como marco una cena a la que asiste alguien no esperado, aunque, visto el desarrollo, previsible. Su aparición desencadena una tormenta perfecta. Lo ocurrido en los mercados y en nuestras economías en estos días tiene ciertos paralelismos. Ese previsible invitado no es otro que el regulador que, como Sidney Poitier, toma las acciones adecuadas y no por ello evita que se forme un lío descomunal. El BCE ha hecho lo que todos dudábamos que hiciera, aunque sabíamos que no había otro camino.
Si la subida de tipos no hubiera sido de 75 puntos básicos, las críticas habrían sido leoninas y de nuevo se escucharía aquello de que la Reserva Federal americana actúa a tiempo y con contundencia y el BCE no… Pues esta vez no ha sido así. La actuación es contundente. No obstante, la pregunta que flota en el ambiente es si no será peor el remedio que la enfermedad. La respuesta parece clara: estamos viviendo una interminable tormenta perfecta como apuntábamos y era eso o vivir peores consecuencias.
El escenario macro que nos ha tocado vivir es digno de caso de máster. Incertidumbre, inflación descontrolada (en especial la más peligrosa, la subyacente), problemas en la cadena de suministros, crisis energética y todo ello viniendo de una pandemia que ha supuesto una paralización de la economía sin precedentes. Esta es la tormenta perfecta mencionada.
Las medidas recientes del BCE, y cuando digo recientes no me refiero solamente desde este mes sino desde hace bastante más tiempo, no tienen precedente. Estos 75 puntos básicos son la mayor subida de tipos del BCE en 24 años y de hecho en dos meses. Y, con solo dos movimientos, se olvidan ocho años de intereses negativos y una extraordinaria expansión monetaria para volver a los niveles de 2011, previos a la llamada “era Draghi”.
Son ya muchos años acostumbrados a tipos negativos. La referencia sobre la que las entidades financieras aplicaban el spread era siempre cero, con lo que el problema no era el coste de la financiación sino el conseguirla, para lo cual teníamos que pertenecer a ese cada vez más selecto grupo de elegibles, “bancarizables” o como lo queramos llamar.
Sin embargo, en muy poco tiempo, las cosas no es que hayan cambiado, es que no tienen nada que ver. Es posible que con la inyección de dinero público de la que tanto se ha hablado, los agentes económicos se encuentren fondeados durante un tiempo. Sin embargo, ha llegado el momento de preguntarse y analizar los costes ligados a la financiación de nuestra operativa. Seguro que durante la pandemia y post pandemia se han incrementado, pero lo peor está por venir, ya que previsiblemente aumentarán más.
El BCE ha seguido su mandato de mantener los precios estables. Cuando la inflación es demasiado elevada los precios de nuestra economía aumentan con demasiada rapidez. Subir los tipos de interés ayuda a que la inflación vuelva a situarse en el objetivo de la UE, que no es otro que estar en el 2% a medio plazo. Reino Unido y Estados Unidos, aunque con motivaciones no totalmente iguales, han tomado parecidas medidas, luego la presión sobre Lagarde y su equipo era insostenible.
Las perspectivas de inflación 2022 muestran un 8,1% y un 5,5% en 2023. El 2% queda lejos y había que tomar acciones inminentes. Ese es el problema: inminentes en un momento muy delicado con el cierre del gas ruso, que hace que se espere un estancamiento de la economía durante el último trimestre de 2022 y el primero de 2023 con crecimientos por debajo del 1%, que abocan a una larga recesión. Otro factor que ha influido en la decisión es el tipo de cambio euro/dólar. Había que apuntalar a un euro que no dejaba de perder la paridad. La necesidad de asegurar el suministro de energía aconseja una moneda europea fuerte, aunque penalice nuestras exportaciones.
Lagarde ha sostenido que el BCE está en proceso de “normalización” de su política monetaria, sin especificar hasta dónde llegarán los tipos. Se comenta que habrá dos subidas más de aquí a un año, sumando en torno a un punto porcentual que dejará los tipos de mercado en el 3% y que obligarán a empresas y particulares a vigilar sus costes financieros, que por poco significativos estaban olvidados.
Es lo que hay y en esta coyuntura monetaria tendremos que operar. Parafraseando a Joan Manuel Serrat: “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”.
Publicado en Expansión