La mayoría de los países despiden el año 2022 con el nivel más alto de sus tipos de interés en quince años. La continuidad en la vigencia de los factores que están afectando negativamente a la oferta y la demanda, siguen generando importantes desequilibrios económicos cuyos efectos se están viendo reflejados en una elevada presión al alza tanto en los precios al consumo como en los precios a la producción, dando lugar a una cierta desconfianza en el propio consumo privado y una clara desaceleración en la inversión. Bajo este escenario de evidente enfriamiento económico, que ya estamos viviendo desde hace más de doce meses, las autoridades monetarias han puesto su foco de atención en intentar reconducir la elevada inflación existente hacia su senda objetivo del 2%. Para ello, los bancos centrales no han parado de elevar el precio de su dinero hasta cotas insospechadas, siendo conscientes públicamente del sacrificio económico que supone para la economía real sus decisiones, coincidiendo todos ellos en la necesidad de ralentizar la velocidad de la economía para resolver los desequilibrios con los que estamos conviviendo.
Por el lado de la demanda, la enorme tasa de ahorro generada por las medidas de confinamiento que se adoptaron con el COVID-19, irrumpió posteriormente en los mercados tras la recuperación de la movilidad, no pudiendo responder la oferta en la cuantía necesaria para compensar la fuerte demanda. Por el lado de la oferta, todavía no se ha alcanzado una normalidad en su funcionamiento. La guerra en Ucrania sigue alterando el comportamiento de los mercados de materias primas y sobre todo energía y gas, afectando claramente a los países más desarrollados por su mayor dependencia de estos activos. La cadena de suministros sigue desequilibrada por el lado de los costes, encareciendo no solo los precios industriales, sino también la demanda doméstica.
La falta de soluciones para incrementar los abastecimientos o limitar los precios se ha visto resumida en alzas constantes de tipos de interés. Así, la Reserva Federal norteamericana ya ha elevado este año el precio del dinero siete veces para situarlo en el rango 4,25% - 4,50%. El Banco Central Europeo lo ha hecho cuatro veces hasta colocarlo en el 2,50%. El Banco de Inglaterra nueve veces hasta el 3,5%. Incluso —y por segunda vez— el Banco Central de Suiza decidió este mes situar el tipo oficial en el 1%. Todos ellos hace un año mantenían los tipos negativos o al 0%. Hay que destacar que el único país que por su histórica característica deflacionaria mantiene hoy en día tipos en negativo del -0,10% es Japón.
Para los próximos trimestres no parece que vaya a cambiar la tendencia: todo apunta a que los desequilibrios van a persistir. Lo cual se traduce en mayores expectativas alcistas que la mayoría de los bancos centrales traducen en próximos aumentos por un total entre 50 pb y 100 pb.
En este periodo denominado de “normalización monetaria” la Reserva Federal norteamericana (FED) podría rebajar la agresividad en la cuantía de sus decisiones restrictivas en función de la evolución de los acontecimientos. Su inflación es más de demanda que, de oferta, al tratarse EEUU de un país que puede autoabastecerse de los principales productos que están alterando globalmente los precios. Sin embargo, la propia FED anticipa que los fondos federales pueden superar el 5% en el 2023, aceptando un periodo de crecimiento económico por debajo de su tendencia histórica y un posible deterioro del mercado laboral. En su revisión de las previsiones macroeconómicas, pronostican un crecimiento del PIB para el 2023 en el 0,5%, similar al de este año, con una marginal recuperación al 1,6% en el 2024. La inflación se debería mantener entre el 2,5% y el 3,1% los próximos dos años desde el 7,1% actual. La tasa de paro cederá hasta el 4,6% desde el 3,7% al cual esperan cerrar el 2022. Estas previsiones son aceptadas por la mayoría de los analistas, pero van más allá, anticipando dos trimestres de crecimiento negativo al principio del 2023 y sitúan los fondos federales en el mes de febrero en el rango 4,75% - 5,00%.
En el caso del Banco Central Europeo, su postura se está radicalizando al mantenerse la inflación por encima del 10%. La presidenta Lagarde declaró tras última reunión de su Consejo Rector que los tipos de interés europeos tendrán todavía que aumentar “significativamente” a un ritmo sostenido hasta niveles lo suficientemente restrictivos para reconducir la inflación al 2%. Por lo tanto, la carrera alcista no ha acabado, anticipándose tasas al 3,0% o 3,5% a lo largo del 2023. En paralelo y a diferencia de la FED, el BCE también anuncio que a partir del mes de marzo 2023 va a iniciar la reducción de su balance no reinvirtiendo los vencimientos de deuda por 15.000 millones de euros mensuales. Esta nueva situación debería de presionar más aún el comportamiento del mercado interbancario. Ante este panorama, el BCE también ha revisado sus previsiones macroeconómicas, situando el crecimiento del 2023 en el 0,5% tras el 3,4% de este año. También consideran que la inflación no bajará hasta el 2025 a su objetivo del 2%, cerrando este año en el 8,4% y en el 6,3% y 3,4% en el 2023 y 2024. Curiosamente, no anticipan destrucción de empleo, manteniendo la tasa de paro por debajo del 7% durante los próximos años.
En la zona euro tenemos que destacar la mala situación que atraviesa Alemania. Según el Bundesbank, la dependencia hacia el exterior de este país en materia de energía, gas y petróleo está hipotecando su capacidad de producción y, por lo tanto, sus perspectivas económicas. Hay que destacar que hoy en día la inflación se sitúa en el 11,3%. La autoridad alemana ha anticipado un crecimiento negativo para el 2023 en el -0,5% y una inflación del 7,2%, escenario que no se producía desde la crisis del 2009, con el -5,1%, o la del 2020 en el -4,6%.
En España seguimos en una fase de enfriamiento económico esperando acabar el año con un crecimiento cercano al 4% que se verá deteriorado en el 2023 para situarse claramente por debajo del 1%. La inflación se sitúa hoy en día al 6,7% tras el efecto positivo de las limitaciones en los precios del gas y la energía. El turismo sigue ayudando y se siguen esperando los fondos europeos para compensar la débil situación interna. Un factor que empieza a preocupar es el alto deterioro de la balanza comercial y cuenta corriente. La primera ya sitúa su déficit en más de 60.000 millones euros ante el encarecimiento de las importaciones y la cada vez mayor falta de competitividad de las exportaciones.
Por último, hay que destacar el deterioro de la economía china. Las exigentes normas de confinamiento provocadas por el rebrote del COVID en este país ha paralizado la producción mostrando todos sus indicadores económicos tendencia negativa. El PIB se sitúa por debajo del 4% y el consumo cae cerca de un 6%. Es de esperar que este país recupere la normalidad y su economía vuelva a acercarse a tasas cercanas al 6%.
En relación con los mercados de divisas, durante las últimas semanas el dólar estadounidense (USD) ha perdido su atractivo y ha cedido posiciones frente al euro desde 0,9534 hasta 1,0740, viéndose perjudicado por la posibilidad de un próximo fin a la tendencia al alza de sus tipos de interés como por el ajuste de posiciones de los inversores de cara al fin de año.
Según los analistas y en función de la evolución de los acontecimientos macroeconómicos y geopolíticos, la tendencia futura del dólar debería seguir siendo de cierta fortaleza. Sin embargo, los pronósticos se están ajustando hacia un rango delimitado por 1,0000 – 1,1500 USD/EUR más acorde con la realidad actual y futura. De todas formas, la volatilidad en los mercados financieros va a seguir siendo la norma característica, manteniendo la gestión de riesgos como un área de importante actuación en las empresas.
Como conclusión, opinamos como la mayoría de los analistas, que siguen considerando la incertidumbre como el principal factor para tener en cuenta durante los próximos trimestres en el ámbito de la macroeconomía y el comportamiento de los mercados financieros.