Cada vez se requieren profesionales más y mejor equipados con nuevas destrezas y conocimientos.
La crisis provocada por el COVID-19 ha acelerado de manera definitiva la transformación digital de nuestra economía y de nuestra sociedad en general, al impulsar la incorporación extensiva de las nuevas tecnologías en todos los aspectos de nuestras vidas. Este fenómeno está generando una enorme disrupción en los diferentes sectores y ámbitos de actividad (salud, logística, ciberseguridad, energías renovables, educación, etc.) y, prácticamente, en la gran mayoría de puestos de trabajo, que cada vez requieren que los profesionales estén más y mejor equipados con nuevas destrezas y conocimientos digitales.
Si pensamos en esta nueva realidad con una cierta perspectiva de futuro, se hace igualmente necesario que incorporemos a la ecuación el impacto que estos cambios recientes pueden llegar a provocar en las nuevas generaciones que se enfrentan a retos profesionales desconocidos. Los jóvenes que finalicen sus estudios y pretendan incorporarse a al mercado laboral verán cada vez más que el mundo del trabajo se parece cada vez menos al que sus padres hayan podido experimentar y explicarles.
En este contexto tan sumamente complejo, el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia definido por el Gobierno de España, puede revelarse como una excelente herramienta para acelerar la recuperación económica y social de un país duramente golpeado por la pandemia, que busca con ahínco encontrar de nuevo la senda de un crecimiento sostenible en el medio y largo plazo.
Dicho Plan, que contiene una hoja de ruta clara de inversiones y reformas estructurales, consta de cuatro ejes que lo articulan y se estructura en 10 políticas palanca que integran a su vez 30 componentes o líneas de acción, tanto de tipo regulatorio como de impulso a la inversión.
Entre las diez políticas palanca nos encontramos con una, la número 7, que alude explícitamente a “Educación y conocimiento, formación continua y desarrollo de capacidades”, que tiene asignados el 18% de los fondos. Estamos hablando de casi una quinta parte de los 140.000 millones de euros destinados a España que, en su conjunto, representan en torno al 11% del PIB español.
El objetivo de dicha política palanca consiste en reforzar las capacidades de nuestro capital humano, aspecto clave para que el plan de inversiones y reformas que se ha diseñado tenga el impacto y el retorno deseado en forma de reactivación de la economía y crecimiento sostenible. Es decir, tiene que generar actividad a corto plazo, pero también, y esto es muy importante, reforzar estructuralmente nuestra economía para crear nuevas oportunidades laborales a medio y largo plazo.
La realidad es que nuestro tejido productivo, nuestras empresas y nuestro talento, bien sea en activo o en vías de serlo próximamente, necesitan que los fondos empiecen a fluir a gran velocidad y con máximo criterio y precisión. El reto de transformar de manera masiva las capacidades de nuestra fuerza de trabajo es un reto multidimensional y, como tal, su solución es compleja y está compuesta por múltiples elementos; muchos de los cuales suponen una gran innovación respecto a la forma tradicional de desarrollar el talento y gestionar el aprendizaje.
Conceptos como el “lifelong learning” o aprendizaje para toda la vida provocado por la evolución y disrupción continua que genera la tecnología en el mapa de capacidades y profesiones demandadas; la necesidad de abordar procesos “faraónicos” de “reskilling” y “upskilling” en todos los sectores, con las implicaciones en desarrollo de tecnología o aplicación de analítica avanzada a la toma de decisiones; por no hablar de la transformación en mercado laboral y en los flujos de talento que pueden llegar a generar nuevos paradigmas, como los modelos de trabajo híbridos (presenciales/virtuales) o la “gig economy”, requieren que las inversiones y las reformas se ejecuten a la máxima velocidad para que la reactivación se consolide y fortalezca los cimientos del crecimiento sostenible que todos deseamos.
Asimismo, para hacer posible este legado de cara a las siguientes generaciones y asegurar un verdadero enfoque a largo plazo, hay que pensar en la manera más adecuada de que estos fondos también contribuyan a preparar a quienes va a pasar a formar parte del mercado laboral en los próximos años. Ya tenemos experiencia respecto a cómo las crisis económicas y recesiones del pasado han impactado negativamente en las oportunidades y desarrollo profesional de las generaciones que se iban incorporando al mercado laboral. Esto nos debe hacer reflexionar acerca de la flexibilidad y agilidad de las que hay que dotar al sistema educativo para dar respuesta a la reinvención continua del mercado laboral y a la demanda de capacidades cada vez más cambiante por parte de las empresas y resto de agentes creadores de puestos de trabajo.
No se trata únicamente de digitalizar la educación sino, fundamentalmente, de ajustar la oferta de capacidades con las que el sistema educativo equipa a nuestros jóvenes a la demanda procedente de un mercado laboral absolutamente afectado por el cambio y la disrupción.
No obstante, nos enfrentamos a un momento histórico, lleno de oportunidades y que hay afrontar con el máximo optimismo y la mayor agilidad para no perder el tren. El mundo ya ha cambiado y tenemos que ponernos al día lo antes posible. Hay muchas cosas por hacer y poco margen de tiempo para llevarlas a cabo, por lo que conviene aprovechar cada minuto que pasa o el futuro nos adelantará por la derecha.
Ejecutar es igual o más importante que planificar, y ahora estamos en tiempos de ejecución a la máxima velocidad. La misma que imponen los tiempos que nos toca vivir.