Debemos trabajar para que crezcan casos de éxito y seamos capaces de crear más.
Mi forma preferida de viajar siempre ha sido en coche. Y ello a pesar de que una buena parte de mi vida profesional la he desarrollado subido en un avión.
Sin embargo, los viajes en coche siguen teniendo un encanto especial, al estilo de las diligencias del antiguo oeste o de esos “road trips” de algunas famosas películas de los ochenta: decides cuándo sales y cuándo paras, cargas tus maletas, dejas de contestar correos durante unas horas, y, sobre todo, ves los lugares que atraviesas, la gente, el paisaje.
A lo largo de mi vida profesional, he recorrido varias veces nuestro país. Visitando a nuestros clientes y a los equipos. Y esta experiencia me ha permitido aprender varias cosas.
Por un lado, que en todos y cada uno de los lugares de España pueden encontrarse el talento, la mejor actitud y aptitud para mejorar la sociedad. Y, por otro, que las casualidades no proliferan y que, como decía el filósofo “la suerte es donde confluyen la preparación y la oportunidad”.
Es un hecho que nuestro mundo está cada vez más urbanizado y que las mayores ciudades del mundo concentran cada vez más población. Entre 1950 y 2009, la tasa de urbanización a nivel global pasó del 30% al 50%. Y España no ha sido ajena a ese movimiento, que, en términos generales ha tenido un impacto positivo en el desarrollo de la economía alrededor de las grandes urbes.
Así ha ocurrido, característicamente, en el sector industrial, en el que la concentración y la proximidad a los centros de aprovisionamiento generan incuestionables sinergias.
En lo que se refiere a los servicios profesionales (abogacía, consultoría, asesoramiento financiero, auditoría) esa vis atractiva de los grandes centros urbanos está trayendo consigo el cierre de oficinas en las ciudades más pequeñas debido a su supuesta escasa rentabilidad. A mi juicio, quizá existen otras opciones si tenemos visión a largo plazo.
Hoy en día el principal reto que tenemos las empresas es el de encontrar y retener el buen talento, a la buena gente. Y teniendo en cuenta que el mejor talento está disperso, y que, cada vez más, nuestros profesionales aspiran a poder disfrutar de una mayor proximidad a sus familias, a sus ciudades de origen, a sus aficiones (el mar, la montaña, el campo) creo que debemos tener una visión mucho más amplia sobre la localización de proyectos empresariales.
Máxime teniendo en cuenta que con las posibilidades actuales de la tecnología -en muchas empresas se teletrabaja incluso desde el trabajo- la ubicación geográfica no es más que una premisa de partida.
Últimamente he tenido muchas conversaciones con empresarios vascos muy preocupados por la falta de arraigo de los proyectos empresariales en nuestra región. De hecho, ya empiezan a advertirse iniciativas para ayudar, con criterio y compromiso, a que este fenómeno de concentración se reduzca. O, al menos, para que existan alternativas. Alternativas que nada tienen que ver con un malentendido localismo; todo lo contrario, de lo que se trata es de multiplicar las numerosas posibilidades que el conjunto de nuestro entorno ofrece como palanca para el desarrollo económico, maximizando el talento que el conjunto de nuestra población aglutina.
Y, precisamente, es ahí, donde creo que debemos poner más foco. Debemos conseguir contar con numerosos ecosistemas dentro del territorio nacional donde con la combinación de talento, financiación, fiscalidad, seguridad jurídica e iniciativa empresarial generen actividad y proyectos atractivos. Con independencia de su ubicación.
Existen numerosos ejemplos internacionales donde proyectos empresariales atractivos han conseguido dinamizar el conjunto de un territorio.
No sé si ustedes han estado en la Clínica Mayo, en Rochester. Alrededor de la referida Clínica, hay un ecosistema empresarial y una sociedad construida en torno a un proyecto puntero y ambicioso que, además, goza de la reputación y el prestigio de ser un referente en la creación de valor. Tenemos casos parecidos en nuestro entorno, siguiendo con el sector sanitario, el Instituto Oftalmológico Fernández-Vega, en Oviedo, por ejemplo, y, por supuesto, Viralgen en Gipuzkoa. Ecosistemas creados por la capacidad tractora de proyectos empresariales singulares.
Debemos trabajar para que crezcan estos casos de éxito y seamos capaces de crear más.
Así, cuando nuestros hijos tengan que tomar la difícil decisión de dónde estudiar o comenzar su carrera profesional, podremos tener la seguridad de que el País Vasco sigue siendo una opción atractiva, por su capacidad de dinamizar, por su espíritu emprendedor, por, en definitiva, esa vocación empresarial que siempre nos ha caracterizado.
Publicado en Diario Vasco