Europa podría liderar la transformación hacia un modelo económico sostenible basado en la lucha contra el cambio climático
Hay un cierto consenso entre la academia y la comunidad económica en que Europa perdió la batalla de la digitalización, claramente liderada por Estados Unidos y China. De hecho, en 2020, solo dos de las 20 mayores compañías tecnológicas del mundo eran europeas (SAP y Accenture) y tampoco se encontraban unicornios tecnológicos con bandera de la UE.
Sin embargo, sí existe la percepción de que Europa podría liderar la transformación hacia un modelo económico sostenible basado en la lucha contra el cambio climático. Y podría hacerlo por dos motivos: porque la sostenibilidad se va a convertir en su motor de crecimiento y porque ésta se planea como una política transversal, con impacto en todas las demás, y no como una iniciativa aislada. Posiblemente Europa haya sido quien mejor entendió el punto de inflexión que supuso el año 2015, año en el que se lanzaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas, y se alcanzó el Acuerdo de París en materia de cambio climático en la COP 21; también en ese año el Papa Francisco I publicó su segunda encíclica Laudato Si, “sobre el cuidado de la casa común”.
Y es que los objetivos de la UE son muy ambiciosos. Para empezar - y sólo en lo que afecta a la dimensión ambiental de la sostenibilidad- a través de la Ley Europea de Clima[1], se han acordado objetivos de reducción de emisiones de Gases Efecto Invernadero (GEI) de, al menos, un 55% para 2030 - tomando 1990 como año de referencia, y alcanzar las emisiones netas cero en 2050, convirtiéndose así Europa en el primer continente climáticamente neutro. Este objetivo (el Net Cero) va a ser el principal motor de la estrategia de sostenibilidad europea porque, para conseguirlo, habrá que modificar el modelo productivo de prácticamente todos los sectores de actividad (energético, automoción, moda, construcción, telecomunicaciones…), con un papel muy destacado del sector financiero, que tendrá que inyectar recursos para todo este cambio.
A toda esta transformación, y consecuencia del COVID, se le ha unido el Plan de recuperación para Europa (NextGenerationEU) que, junto con el Marco Financiero Plurianual (MFP) 2021-2027, será el mayor paquete de estímulo jamás financiado a través del presupuesto de la UE. Con un total de 1,8 billones de euros, ayudará a reconstruir la Europa posterior a la COVID-19, que será más ecológica, digital y resiliente. En este sentido, 30% del MFP se destinará a la transición ecológica. De esta forma, prácticamente todas las políticas europeas destinan parte de su presupuesto a fines medioambientales. Así lo harán la Política Agraria Común (PAC), el programa Horizonte Europe, dirigido a inversión en investigación e innovación de la UE (2021-2027), o Invest EU, un programa dirigido a proporcionar financiación a largo plazo a las empresas y para apoyar las políticas de la UE en la recuperación de esta crisis económica y social. Y por si esto fuera poco, el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia de NextGenerationEU, (que es el 90% del mismo), obliga a los Estados miembros a que destinen a la transición ecológica, al menos, el 37% de las inversiones de sus Planes de Recuperación y Resiliencia.
Pues bien. Todo este cambio -que podríamos sintetizarlo bajo la fórmula (ESG + COVID)- está provocando en Europa una avalancha regulatoria en materia de sostenibilidad de tal magnitud que va a provocar un cambio sistémico en la manera de gestionar las empresas de la región. No hay más que ver el gráfico adjunto para ver cómo el crecimiento regulatorio en materia climática está siendo exponencial. Y para conocer la que se avecina, nos ha parecido necesario presentar el marco regulatorio europeo en esta materia. Para ello, y aunque no podemos hacer una aproximación exhaustiva, organizaremos la información en tres bloques: E (de Environment / Ambiental); S (de Social); y G (de Gobernanza / Gobierno Corporativo).