Cómo acceder a recursos financieros (propios o ajenos) acreditando un desempeño ESG adecuado.
Hace unos meses, mientras tomábamos un café, quienes firmamos este artículo comentábamos cómo han cambiado los tiempos. Hace apenas unos años, tocar la puerta de las direcciones financieras para hablarles de sostenibilidad era una pequeña osadía; no solo (nos decían) teníamos poco que aportar, sino que, además, aquello de lo que hablábamos se asimilaba a más “coste” que a otra cosa. Hoy, ocurre justo lo contrario: son las direcciones financieras las que tocan la puerta de las áreas de sostenibilidad para entender lo que está pasando, que no es poco. ¡Quien nos iba a decir que financiarse hoy puede ser más barato si se acredita un comportamiento ambiental positivo!... ¡Si hasta el precio de una hipoteca para los particulares es más barato si se acredita el certificado de eficiencia energética de la vivienda!
Pues bien. ¿Qué está pasando para que la sostenibilidad esté impactando tanto en el mundo de las finanzas? Pues están pasando tantas cosas que el panorama ha cambiado radicalmente. Para empezar, Europa ha decidido ser un continente neutro en carbono en 2050 y fiar su recuperación post Covid 19 a tres ejes: la ecología, la digitalización y la resiliencia. Surge así el Fondo de Recuperación Europeo, denominado Next Generation EU, dotado con un total de 1,8 billones de euros, de los cuales 750.000 millones de euros se destinarán a España y se distribuirán en forma de transferencias y préstamos a los países más afectados por la pandemia entre 2021 y 2024.
Para continuar, las iniciativas regulatorias se han multiplicado. Desde el inicio del año hasta este primer trimestre de 2021, hay que destacar, entre otras, las siguientes iniciativas: la aprobación de la Taxonomía europea; la Usability Guide for the EU Green Bond Standard; las normativas relacionadas con el asesoramiento en materia ESG para clientes, así como con la transparencia de la información no financiera, desarrollados por EBA, EIOPA y ESMA. Más recientemente, el pasado 10 de marzo entró en vigor el Reglamento (UE) 2019/2088, sobre divulgación de información relativa a la sostenibilidad en el sector de los servicios financieros (SFDR), que tiene como objeto establecer normas armonizadas sobre transparencia para todos los operadores, intermediarios y asesores financieros, buscando la integración de los riesgos de sostenibilidad y el análisis de las incidencias adversas en materia de sostenibilidad en sus procesos internos, así como en la oferta de productos financieros sostenibles.
Para ir más allá, la inversión siguiendo criterios ESG también se ha desbocado. Según datos de Spainsif, en 2020 los activos gestionados con algún tipo de estrategia o criterio ambiental, social y de gobernanza, totalizaban los 285.454 millones de euros, lo que supone un incremento del 36% en relación con el año pasado. Este aumento se debía, principalmente, a la aportación de los activos gestionados por compañías internacionales, que ha pasado de ser de 19.366 a 77.883 millones de euros, mientras que los activos nacionales, por su parte, pasaron de 191.278 a 207.571 (+ 9%). Adicionalmente, y también en España, el volumen total de la deuda sostenible en 2020 alcanzó los 33.026 millones de euros, lo que representaba un crecimiento del 45%; el dato de 2020 a nivel global es muy significativo: el volumen de la deuda sostenible se igualó con la de la deuda high yield (544.000 millones de dólares frente a 547.000 millones).
Y para terminar (o para rematar) llegó el Covid. En 2020, y debido a la pandemia, se produjo una contracción de la economía sin precedentes que supuso la desestabilización de patrones de consumo, cadenas de suministro y movilidad. En Europa, y en particular en España, la pandemia ha impactado con significativa virulencia. La economía de la Eurozona ha retrocedido un 8,3% en 2020 y todavía más la española, con una caída del 12,8%. Esta reducción tan significativa de la actividad contrasta con la previsión de crecimiento a principios de año del 1,5%.
Pues bien. Todos estos factores nos llevaron a la Fundación Seres y EY a iniciar un proyecto de innovación para intentar ofrecer algunas luces en todo lo que afecta a las finanzas sostenibles. Y, para ello, nos propusimos dar respuesta a la siguiente pregunta de investigación. ¿Es posible que, en los próximos años, las empresas, además de necesitar unas cantidades ingentes de financiación (¿cuánto?) para arrancar la economía post COVID-19, deban acreditar su desempeño en materia de sostenibilidad (¿cómo?), tanto para captar recursos propios (emisor) como para obtener recursos ajenos (deuda)?
Para dar respuesta a esta pregunta, en el Lab que organizamos con SERES junto con una decena de empresas y de forma “cocreada”, tuvimos claro tres cosas:
- Primero: había que clarificar conceptos. Hablar de Finanzas sostenibles supone hablar de dos figuras: de la financiación sostenible (que es la forma en la que las empresas acceden a recursos ajenos en forma de bonos o préstamos que comúnmente se denominan verdes o sostenibles); y de la inversión responsable (que es la forma en la que los inversores entran en el capital de empresas cuya actividad cumple con una serie de requisitos ESG).
- Segundo: había que clarificar qué actores se mueven en este ecosistema. En este sentido identificamos un buen número de actores entre los que destacan los siguientes: la propia empresa (que en un momento determinado puede ser emisora de acciones y bonos); las entidades financieras (que son proveedores de recursos financieros en forma de préstamos a corto o largo plazo); los inversores (que entran en el capital de la compañía); los proveedores de datos (que proporcionan Información para la toma de decisiones y gestión de riesgos); los verificadores (que ofrecen Fiabilidad, aseguramiento); y el regulador, (a quien corresponde la elaboración del marco normativo de todo este ecosistema).
- Y tercero: había que clarificar cómo interaccionan todos estos agentes entre ellos. Para ello, definimos esquema de trabajo, que llamamos “Modelo integral de Finanzas sostenibles” que figura en la imagen.