La Unión Europea acude a Egipto con un refuerzo de sus compromisos climáticos mediante mayores objetivos de eficiencia energética y de energías renovables para 2030.
En plena celebración de la COP 27 en Sharm-El Sheik, Egipto, ésta está ocupando poco espacio entre las noticias. A penas nada. A pesar de que hoy sabemos que ningún rincón del planeta escapará a los efectos del cambio climático, como se ha evidenciado en lo que va de 2022.
Lamentablemente, la muy preocupante coyuntura actual, derivada en gran medida de la invasión de Rusia en Ucrania, que tanto daño está causando -también a la lucha contra el cambio climático-, y que ha provocado una crisis energética y alimentaria, está también restando atención, compromisos y recursos a la lucha contra el cambio climático. Pero el calentamiento avanza y urge pisar el acelerador.
Este año se cumplen 30 desde la celebración de la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro donde se aprobó la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, firmada por 197 naciones, y cuyo órgano supremo de toma de decisiones son las Conferencias de las Partes -los países firmantes-, conocidas como COP y que se reúnen anualmente.
Cada COP es un paso más en el complejo camino que entre todos debemos recorrer para hacer frente a la lucha contra el cambio climático. Cada una es precedida y sucedida por otras COPs, en las que se acuerdan “mandatos” con sus correspondientes cometidos y calendarios, y cuyas ambiciones y cumplimientos determinan su éxito o fracaso.
Debido a la agenda marcada en COPs previas, no hay grandes asuntos políticos que deban concluirse en Egipto, pero eso no la hace menos trascendente, ni debe restarle atención. Cada COP es una oportunidad para avanzar y renovar la toma de conciencia y los compromisos, la acción, la determinación de los actores públicos y privados. Y la oportunidad de mandar al mundo una señal de que estamos en medio de un proceso irreversible que requiere más de lo que se está haciendo.
Urge cerrar la brecha entre lo que la ciencia nos pide y los compromisos de presentados. Y urgen compromisos a 2030, más necesarios y creíbles. Así se acordó en Glasgow pero lo cierto es que a lo largo de 2022 poco se ha avanzado y hoy nos situaríamos en un calentamiento a final de siglo de entre 2,4 y 2,8 grados, según los escenarios considerados.
En la COP 27 se espera que se acuerde el diseño y funcionamiento del programa de trabajo de mitigación, y que los países que no lo han hecho, presenten nuevos y más ambiciosos compromisos en esta materia.
El debate sobre la financiación climática será relevante. Es necesario que se vea factible alcanzar el objetivo de los 100.000 millones de dólares anuales, aun conscientes de que la guerra de Ucrania complica este compromiso.
La COP 26 lanzó un programa de trabajo de dos años para avanzar hacia el Objetivo Global de Adaptación del Acuerdo de París, y se esperan algunos resultados en el desarrollo de metodologías e indicadores con que medir los avances, así como mayores compromisos de financiación por parte de los países desarrollados. El objetivo es que dupliquen su financiación en 2025 sobre la de 2019.
En la COP 27 se prestará especial atención a las pérdidas y daños: el aumento de fenómenos climáticos extremos como inundaciones, sequías, ciclones o el aumento del nivel del mar causan graves daños especialmente a países en desarrollo, muchos especialmente vulnerables, no han contribuido a la emisión de gases de efecto invernadero, y requieren de un apoyo especial en forma de asistencia técnica y financiera. No se espera que la financiación se resuelva en Egipto, pero sí que esté muy presente.
La Agenda de Acción Global, medio por el que se movilizan las actuaciones de todos los actores no gubernamentales será protagonista destacada de la COP 27. Si bien se requieren compromisos públicos que faciliten e incentiven los privados, cada año aumenta la participación de la sociedad civil, de las empresas, del sistema financiero, de ciudades y otras administraciones con compromisos muy ambiciosos de neutralidad climática.
Vivimos en un contexto de incertidumbre. La guerra provocada por Rusia ha enturbiado las relaciones multilaterales. La respuesta de la Unión Europea ante la crisis energética, que a corto plazo y con el fin de asegurar la seguridad energética ha dañado compromisos climáticos de algunos Estados miembros que han debido sustituir carbón por gas, ha sido acelerar la transición energética. La Unión Europa acude a Egipto con un refuerzo de sus compromisos climáticos mediante mayores objetivos de eficiencia energética y de energías renovables para 2030. Además, se irán aprobando las medidas en negociación que posibilitarán la reducción del 55% de nuestras emisiones en 2030, al tiempo que seguimos siendo los principales financiadores mundiales de la lucha contra el cambio climático. Todo ello sitúa a la UE como un actor clave para seguir impulsando los compromisos globales y le legitiman para pedir mayores esfuerzos a todas las partes, que posibiliten respetar el Acuerdo de París.
Publicado en El Economista