Esta cumbre debe poner de manifiesto el compromiso de todos los países en su lucha por el cuidado del planeta.
Celebración de la Conferencia de las Naciones Unidas para el Cambio Climático, COP26, que concentra a los principales líderes, empresas y académicos mundiales.
Este año vivimos momentos convulsos por la fortísima elevación de los precios de las fuentes fósiles y la electricidad, que han promovido que se alcen voces que comienzan a señalar que la razón de esta coyuntura es la transición energética, poniendo en peligro el mensaje de que dicho proceso no es una opción, sino una necesidad.
Por ello, confiamos en que la COP26 haga frente a dichas voces y deje claro el compromiso de la Unión Europea, Estados Unidos y otros países en la lucha contra el calentamiento global y la reducción de emisiones.
En el ámbito de la Unión Europea, esta difícil coyuntura ha obligado a muchos estados miembros a tomar medidas provisionales para proteger a los consumidores y a las industrias, entre ellos España.
El RDL 23/2021, que modifica y complementa el RDL 17/2021, ha sido muy bien valorado, ya que, además de aumentar la protección de los consumidores vulnerables, garantiza la estabilidad de los precios para las industrias, las instituciones y las pymes con contratos de suministro a precio fijo.
Sin embargo, esta coyuntura hostil no nos debe apartar de la necesaria transición energética, que, además de permitirnos luchar contra el cambio climático, nos aportará muchas ventajas como región. Entre otras, una menor dependencia energética de fuentes fósiles importadas (es decir, mayor seguridad de suministro) y una mayor competitividad, al ir aumentando gradualmente el peso relativo de las tecnologías renovables en el mix energético de la UE.
En este sentido, la semana pasada la Comisión Europea aprobaba el informe del Estado de la Unión Energética para 2021, que evalúa los progresos de la UE en materia de transición energética. En particular, se constata cómo, por primera vez, en 2020 las tecnologías renovables has sobrepasado a las fuentes fósiles en el mix eléctrico (un 38%, frente al 37% de las segundas). Además, nueve estados miembros han cerrado el carbón y 13 ya se han comprometido a hacerlo en un plazo definido. En relación con 2019, las emisiones cayeron un 10%, ligado a la pandemia del COVID 19.
Sin embargo, pese a estas tendencias positivas, se indica que aún son necesarios muchos esfuerzos para lograr el objetivo de reducir en un 55% las emisiones para 2030 y alcanzar la neutralidad climática en 2050.
En el caso español, debemos hacer un esfuerzo inversor de más de 240.000 millones de euros a 2030, en distintos ámbitos: energías renovables, redes y eficiencia energética.
En este contexto, resulta necesario hacer un uso eficiente de los fondos europeos y será esencial la colaboración público-privada. Además, es preciso contar con una regulación estable y predecible, que promueva las inversiones a medio plazo. Como señalé anteriormente, el RDL 23/2021 ha supuesto una mejora del entorno regulatorio que nos permitirá seguir dando pasos en la buena dirección.
Es muy importante que todos seamos conscientes de que la transición energética no tiene vuelta atrás y que tenemos que aprovechar esta década para poder hacer frente al reto del cambio climático. Además, para nuestro país, abundante en recursos renovables, la transición energética nos aportará muchas oportunidades, no sólo en competitividad y abaratamiento de la electricidad, sino también en reducción de la dependencia energética del exterior, una mayor vertebración del territorio y creación de empleo en zonas rurales, la mejora de las cadenas de valor de las pymes y un mayor aprovechamiento de residuos y promoción de la economía circular.
Publicado en El Economista