Las estrategias nacionales en relación con el despliegue de energías renovables se centran en conseguir la producción local de energía barata, limpia y rápida en su entrega. Para lograrlo, los gobiernos de países de todo el mundo desarrollan regulación que facilite el desarrollo de renovables como epicentro de sus planes en materia de energía.
En Estados Unidos, la Ley de Reducción de la Inflación de 2022 (Inflation Reduction Act) ha marcado el camino en lo que a priorización de la energía renovable y maximización de la seguridad energética se refiere. Se trata de un esquema que combina inversión directa con incentivos para la inversión, como créditos y subvenciones, para el despliegue de energía solar, eólica, almacenamiento de energía, tecnologías de captura de carbono, producción de hidrógeno limpio, gas natural renovable y vehículos eléctricos.
Ante la preocupación de que esta medida provoque desequilibrios en el mercado, sobre todo en cuanto a asignación de la inversión, el resto de países han tenido que responder con rapidez para paliar el impacto que puede tener en sus economías.
Un ejemplo destacado es la Comisión Europea, que ha favorecido la relajación de la regulación en materia de ayudas estatales de manera que se faciliten las subvenciones a baterías, paneles solares, turbinas eólicas, bombas de calor, electrolizadores y tecnología de captura de carbono, así como a la producción de los componentes y materias primas utilizados para fabricarlos. La iniciativa REPowerEU de la Unión Europea ya pretendía reforzar la seguridad energética del bloque sustituyendo las importaciones de gas natural de Rusia por energías renovables, hidrógeno y biometano. El Reino Unido, por otro lado, también está planeando reformas energéticas para distender los precios del gas y la electricidad.
India y China, por su parte, buscan expandir sus mercados nacionales mientras que el gigante chino aumenta su actividad de exportación de componentes clave. Esta competencia puede contribuir a acelerar los avances tecnológicos y a reducir los costes, lo que debería beneficiar la transición energética y estimular la inversión necesaria para descarbonizar y mantener bajo control el aumento de la temperatura global.
Los países que apuesten por las energías renovables para ayudar a sus economías a salir de la recesión deberán trabajar para reforzar las cadenas de suministro nacionales de manera que se creen puestos de trabajo, se expandan diversas industrias asociadas, aumente el producto interior bruto y mejore el bienestar de las personas.
Sin embargo, las cadenas de suministro localizadas tendrán que construirse o reforzarse rápidamente si no se quieren retrasar los objetivos de cero emisiones netas. Construirlas exigirá crear nuevas estructuras y asociaciones dentro y fuera del propio ecosistema energético, y esto llevará tiempo, sobre todo teniendo en cuenta que el Fondo Monetario Internacional prevé que el crecimiento económico caerá en 2023 y sólo repuntará ligeramente en 2024.
Sin embargo, el avance de las inversiones necesarias para la transición energética parece no detenerse pese a las perspectivas de crecimiento y las condiciones parecen maduras para impulsar la demanda de energías renovables y acelerar el camino hacia la energía ‘cero neto’. Mientras tanto, queda por ver si las intervenciones del mercado, como la Ley de Reducción de la Inflación de EE. UU., acelerarán o retrasarán la transición energética.