Se requieren cientos de miles de millones de euros anuales para transformar nuestros recursos naturales en energía limpia: 487.000 millones de euros al año sólo en la UE
El uno de enero de 1993, con la entrada en vigor del Tratado de Maastricht, se creó el mercado único europeo. La mayoría de nosotros lo disfrutamos cada día y de muchas maneras, y no siempre lo apreciamos o valoramos en su justa medida.
Bienes, servicios, personas y capitales circulan libremente por la Unión Europea que, además, ha ensanchado y mucho sus límites desde entonces, agrandando este espacio de oportunidades. El mercado único es, en gran medida, causa de una mayor integración europea. Y en la coyuntura actual, en que nos lamentamos de la dilución del peso de Europa, una de las mayores bazas de nuestro poder económico y político en el mundo.
A este aniversario, que debe deber ser tanto de celebración como de guía para futuras decisiones y políticas comunitarias, lo acompañan dos cuestiones no menores en este inicio de año:
Por un lado, la Comisión Europea abrió un periodo de consulta pública, ya concluido, como punto de partida -necesario y obligado- previo a lanzar su inminente propuesta de reforma del mercado europeo de la electricidad. Es una oportunidad de hacer más Europa eliminando obstáculos y perfeccionando el mercado único europeo por medio su mercado eléctrico. Es también una oportunidad para introducir las mejoras que nos permitan avanzar más rápido hacia los objetivos del Acuerdo de París y reducir nuestra dependencia energética de los combustibles fósiles, especialmente del gas natural, causa última de la coyuntura de precios actual.
Por otro lado, el pasado 1 de febrero la Comisión Europea lanzó el Plan Industrial del Pacto Verde, que tiene por finalidad mejorar la competitividad de la industria europea con cero emisiones netas y así acelerar la lucha contra el cambio climático que, COP tras COP del clima, la Unión Europa viene liderado a nivel mundial.
Con este Plan la Comisión también trata de responder a la política industrial estadounidense, en lo que parece una carrera desatada por atraer las inversiones necesarias para hacer efectiva la transición ecológica. No debe olvidarse que la agenda de sostenibilidad es también una agenda de inversiones. Podemos ser ricos en viento y sol, pero por sí solo no basta. Se requieren cientos de miles de millones de euros anuales para transformar nuestros recursos naturales en energía limpia: 487.000 millones de euros al año sólo en la UE.
La mayor parte de estas inversiones tendrán que proceder de financiación privada, la pública no es bastante por si sola. Hay que recurrir a todas las fuentes, también a los mercados de capitales que posibiliten la participación de una amplia gama de inversores. Por ello este Plan, en este 30 aniversario del mercado único, propone también intensificar los esfuerzos para lograr el pleno desarrollo de la unión de los mercados de capitales y así aumentar el tamaño de los mercados individuales y su integración transfronteriza para mejorar las posibilidades de inversión.
Otro de los elementos del Plan para incentivar el desarrollo de todas las fuentes de energía renovable, es dar más flexibilidad a los Estados miembros para conceder ayudas a sectores clave en la transición a una economía descarbonizada. Garantizando las condiciones de igualdad en el mercado único, añade la Comisión, algo que debe ser vigilado, o habremos trasladado al seno de la UE el debate Estados Unidos-Unión Europea.
Tres piezas para un mismo puzle en el que todas deben sumar y ninguna restar ya que, si bien hoy por hoy los europeos lideramos la transición energética a nivel mundial, el desarrollo de las energías limpias es una tarea aún inacabada que requiere ser completada a la mayor velocidad.
Como todo en esta vida, el mercado eléctrico europeo es susceptible de ser mejorado, y debe ser adaptado a la mayor penetración de fuentes renovables, sin olvidar nunca que el desarrollo de la manera más eficiente de las energías limpias del que disfrutamos los europeos se debe, precisamente, a su sistema marginalista de fijación de precios junto con el sistema de derechos de emisión.
Toda nueva regulación debe facilitar la transición energética y ello requiere crear un escenario propicio a la inversión en energías limpias. Este escenario necesita la confianza que da un marco regulatorio estable, predecible, la confianza que da la seguridad jurídica; necesita señales de precio adecuadas y competencia que, además de favorecer al consumidor, propicien la innovación. Se necesita respetar la libertad de mercado, un mercado abierto y competitivo. En un escenario de lucha por los recursos financieros necesarios para la transición, no puede olvidarse que estos irán donde mejores condiciones encuentren, donde los escenarios le sean más propicios.
Más mercado y un mercado europeo más integrado, pues un mercado eléctrico que posibilitara las ayudas de estado no es favorable a nuestra economía, que funciona mejor en un mercado más libre, integrado y competitivo. No dejar a nadie atrás es un principio consagrado a nivel europeo que no debe quebrarse y tampoco debe quebrar el mercado.
La descarbonización es un objetivo inapelable como lo es el mercado único. En cada ocasión, hagamos más Europa, posibilitemos alcanzar más rápido los objetivos del Acuerdo de París. La reforma del mercado eléctrico, como la del mercado de capitales, deben servir para acelerar la transición energética pues es hoy la mejor manera de favorecer al consumidor, al ciudadano, y a las empresas en su necesaria transición ecológica, ya que hoy las energías renovables son las más competitivas y las que nos permiten avanzar en nuestra ansiada y necesaria independencia energética, y cumplir nuestros compromisos de lucha contra el cambio climático. En el 30 aniversario del mercado único.
Publicado en Cinco Días