Es preciso impulsar una agenda que permita retomar e impulsar la senda hacia el pleno empleo, donde se encuentran ya buena parte de nuestros socios de la OCDE
La evolución de la actividad económica española sigue sorprendiendo por su dinamismo. Ello se está trasladando al mercado laboral en forma de un robusto crecimiento del empleo y de la población activa. Sin embargo, la tasa de desempleo se sitúa aun en el 12,3%, lejos del mínimo del 7,9% alcanzado antes de la crisis financiera, y parece haber detenido su reducción durante el último año, en el que, con la productividad estancada, el coste laboral unitario se ha incrementado más de un 6%. En un contexto de tensiones geoestratégicas e incertidumbre en la economía global, en el que tanto Comisión Europea como el propio Gobierno descuentan que se irá reduciendo - si quiera moderadamente - el crecimiento económico español, es preciso impulsar una agenda que permita retomar e impulsar la senda hacia el pleno empleo, donde se encuentran ya buena parte de nuestros socios de la OCDE. Sólo así conseguiremos trasladar los beneficios del dinamismo económico a la mejora de los niveles de bienestar social.
Prueba de ello es que el porcentaje de población en riesgo de pobreza o exclusión social aumentó en 2023 hasta el 26,5%, desde el 26,0% de 2022, el de población que se encontraba en situación de carencia material y social severa aumentó hasta el 9,0%, frente al 7,7% del año anterior, y el de población que llega a fin de mes con “mucha dificultad”, se ha elevado al 9,3% de la frente al 8,7% de 2022. Y no podemos ignorar la disparidad de situaciones de nuestro mercado laboral. Mientras que la tasa de paro se sitúa por debajo del 10% en Cataluña, Madrid, País Vasco, Navarra y Cantabria, supera el 15% en Andalucía, Extremadura, Baleares, Castilla la Mancha y lo ronda en Canarias, trasladándose igualmente esas disparidades a los indicadores de bienestar social.
En este contexto, urge retomar la senda del pleno empleo abordando con determinación los desafíos que tiene por delante nuestro mercado laboral; la digitalización, la transición energética y el reto demográfico, entre otros. Para que estos desafíos estructurales se materialicen en oportunidades y permitan avanzar hacia el pleno empleo es preciso dar un nuevo impulso a la agenda por el talento.
Por lo que respecta a las políticas públicas, es urgente invertir en formación e impulsar una regulación adecuada, que garantice la mejora de la calidad del sistema educativo a todos los niveles y lo más consensuada posible para asegurar su estabilidad en el tiempo. Esta inversión debería venir acompañada de reformas que aborden los grandes retos de nuestro mercado laboral. Un marco de relaciones laborales flexible y seguro que reduzca la dualidad efectiva, elimine desincentivos a la mejora de productividad con la antigüedad, e incentive la retención y atracción de talento joven, senior y femenino. Un modelo de perfilado, orientación, intermediación y formación profesional para el empleo moderno, digitalizado y eficaz. Un marco de protección social y desempleo que aporte recursos suficientes e incentive la transición al empleo, evitando la trampa de la pobreza a la que se someten los desempleados que dejan de buscar activamente empleo. Y un sistema de pensiones que evite confiar el grueso del proceso de consolidación en subidas de cotizaciones que afecten a la competitividad de la economía nacional y, en definitiva, a nuestro mercado laboral.
Estos y muchos otros avances en las políticas de empleo son necesarios para conseguir convertir los citados desafíos del mercado de trabajo en oportunidades de desarrollo económico y social. Pero ello no será suficiente. Todos estamos convocados a esta tarea. Por ello, es preciso que estas políticas sean acompañadas de prácticas empresariales de gestión de personas comprometidas y responsables con la promoción del talento, apostando por la innovación y la inversión permanente en formación, y por talento senior, joven y femenino.
Esta agenda por el empleo requiere además de las políticas públicas y prácticas empresariales adecuadas, de conductas individuales responsables de los trabajadores, comprometiéndose con la recualificación permanente, reforzando las habilidades que les complementan con la tecnología en vez de reemplazarlas, y en las competencias necesarias para impulsar la transición energética. En definitiva, reforzando su empleabilidad, que es el mejor seguro con el que pueden contar.
No hay tiempo que perder. Ni margen para desviarnos de la senda con nuevas regulaciones que incrementen el coste laboral o limiten la flexibilidad sin acompañar de mejoras de productividad. Retomemos la senda hacia el pleno empleo para conseguir trasladar los beneficios del dinamismo económico a la mejora de los niveles de bienestar social.
Publicado en Grupo Vocento