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El reto de transformar la descarbonización en imperativo

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Se precisa una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) inmediata, rápida, a gran escala y de forma sostenida.

Terminó la COP27 y este año pasó de puntillas, entre crisis, que las hay todas: bélica, geopolítica, energética, de inflación, alimentaria... Una compleja situación cuyo final aún no atisbamos.

España 2023. Un año por delante

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En medio de tanta incertidumbre, que tanto lo complica todo, una certeza absoluta: un año más acumulando gases de efecto invernadero y uno menos para alcanzar la neutralidad climática a tiempo. Y la certeza también de que cada décima de grado de aumento de temperatura que no evitamos, incrementamos de manera significativa cómo nos complicamos nuestra existencia y la del planeta.

En 2023 debemos hablar, más aún, de emergencia energética y de imperativo de descarbonización. Emergencia porque el último Informe de brecha de emisiones de Naciones Unidas nos dice que estamos lejos del grado y medio de París: o reaccionamos o la Tierra se calentará entre 2,4 y 2,8 grados, según escenarios. Y el 6º Informe de Evaluación del IPCC concluye que ningún rincón del planeta escapa al cambio y que algunos fenómenos climáticos requerirán cientos de años para poder ser revertidos.

Se precisa una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) inmediata, rápida, a gran escala y de forma sostenida. Y ello exige mucho compromiso de todos. Mucha financiación de muchos.

La emergencia es energética porque el 75% de los GEI viene de la producción y consumo de energía, y aún el 80% de la energía que mueve, calienta y enfría el mundo proviene de quemar combustibles fósiles.

La descarbonización es hoy, por tanto, un imperativo legal, porque así nos hemos comprometido en la Ley Europea de Clima, un imperativo medioambiental, un imperativo geopolítico —debemos mejorar nuestra soberanía energética— y económico y, por lo tanto, un imperativo social.

Los retos climáticos y energéticos deben ser enfrentados juntos. No es una crisis de energías renovables, al contrario, un mayor desarrollo de éstas hubiera minorado su impacto. Evidenciadas las debilidades de nuestro sistema energético, lejos de significar una marcha atrás, debe suponer un impulso, ya que la mejor respuesta pasa por mejorar la eficiencia energética y acelerar la capacidad instalada de energías limpias que reduzcan nuestra dependencia exterior y abaraten el recibo de la luz.

De alguna manera, la transición ecológica, la agenda de sostenibilidad, es una agenda de inversiones a las que el sector público por sí solo no puede hacer frente. Es fundamental el empuje de las empresas, que podrán avanzar más rápido si se les proporcionan las condiciones necesarias para ello: una fiscalidad que incentive y un marco regulatorio claro, estable y seguro para la inversión.

Impulsados por los marcos normativos, por consumidores, empleados y por el sistema financiero, lo cierto es que empresas y organizaciones avanzan hacia cero emisiones netas, muestra de una mayor conciencia ante la vulnerabilidad al cambio climático y al papel que cada uno debe desempeñar. Directivas como la propuesta de diligencia debida en materia de sostenibilidad, actualmente en negociación, promoverán que más empresas, dentro y fuera de la UE inicien su andadura en materia de sostenibilidad.

En este escenario veremos cobrar un protagonismo creciente al sistema financiero global. No solo porque se requiere mucha financiación por el coste de la transición, por la necesidad de ayudar a los países en desarrollo a alcanzar sus objetivos de mitigación, sus necesidades de adaptación y de recuperación detrás de cada episodio climático extremo. También porque cuanto más nos alejemos del objetivo del grado y medio, mayores serán los daños, más los afectados, los riesgos y sus probabilidades de materializarse y, por lo tanto, mayor será el deterioro de los activos y de la capacidad de generar valor de las empresas y las implicaciones en todos los órdenes de la economía mundial, aumentando el foco sobre los riesgos de sostenibilidad.

Y todo ello, al ser cada día más evidente, ha convertido al sector financiero en un agente impulsor y decisivo de la transición ecológica.

Qué veremos y qué esperamos de 2023

 La UE, ante la crisis energética, ha aumentado los objetivos de desarrollo de energías renovables y de eficiencia energética. En la COP27, Europa elevó su compromiso climático para 2030 a una reducción del 57% de sus emisiones sobre las de 1990. Varios reglamentos del paquete Fit for 55, el marco regulatorio europeo para alcanzar nuestros compromisos, han sido ya aprobados y en 2023 cabe esperar que se aprueben los restantes.

La pasada COP 15 del Convenio de Diversidad Biológica aprobó el Marco Mundial de la Diversidad Biológica, de importancia creciente a efectos de la transición ecológica. Es sabida la interrelación entre el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, como es sabido que el desarrollo y bienestar dependen de ecosistemas sanos, lo que exige, en nuestro beneficio, preservar todas sus formas de vida.

La UE presentó el pasado mes de junio una Ley de restauración de la naturaleza, que se negociará a lo largo de 2023, con el objetivo recuperar ecosistemas degradados y de proteger naturaleza y biodiversidad en todas partes, contribuyendo también a los objetivos de mitigación y adaptación al cambio climático.

A finales de noviembre la Comisión presentó una propuesta de reglamento para potenciar las absorciones de carbono de la atmósfera, creando mercados voluntarios fiables; y se dio un nuevo impulso a la economía circular, centrada en los envases y residuos de envases, avanzando hacia su completa circularidad, pues la transición ecológica debe ir más allá de la lucha contra el cambio climático.

Pese a lo arduo y largo que parece el camino el de la transición ecológica, 2023 debe transitar su senda. Acelerar el paso. En la UE el impulso nos lo da la nueva legislación y los compromisos internacionales, que nos esforzamos por liderar. Pudiendo parecer que la complejidad de la situación mundial no es la más propicia, menos que nunca se debe perder el foco, pues a las razones medioambientales, hoy se suman las económicas, sociales y de seguridad estratégica.

Publicado en ABC Sevilla

Resumen

Se precisa una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) inmediata, rápida, a gran escala y de forma sostenida. Y ello exige mucho compromiso de todos y mucha financiación.

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