Este año supondrá el fin de la importancia de la narrativa sobre sostenibilidad y el comienzo de su integración en la contabilidad.
Cuenta Irene Vallejo en el “El infinito en un junco” que los primeros libros no se crearon para evocar sentimientos, contar historias de amor o narrar trepidantes aventuras. Las tablillas de barro eran herramientas de la memoria para recodar aquellas cosas que no convenía olvidar si uno quería cobrar, vigilar que no le robaran en palacio o que no le dieran un disgusto al cruzar la esquina por una deuda pendiente. Sí, los primeros libros fueron libros de cuentas.
El método fue evolucionando y funcionó unos 7.000 años. Tras el crack del 29, en Estados Unidos se llegó a la conclusión de que los inversores y ahorradores no podrían tener confianza en el mercado sin que existiera una normalización de la contabilidad. Por eso, en el marco del programa New Deal de Rooselvelt para luchar contra los efectos de la gran depresión, se acuñó el término “Principios de contabilidad generalmente aceptados” con la promulgación de sendas leyes en 1933 y 1934 y la creación de la Securities Exchange Commission. Este fue el origen de lo que hoy son nuestras normas contables, el lenguaje quizás más universal que existe y que nos permite entendernos y tomar decisiones económicas sobre información homogénea, objetiva y, gracias a la profesión de auditoria, fiable.
Lo que ocurrió en Estados Unidos en 1929 en relación a la información financiera es lo que está ocurriendo hoy con el liderazgo de Europa en relación a la información de sostenibilidad como pilar para la recuperación. La taxonomía europea para las finanzas sostenibles, el nuevo estándar de la Unión Europea para la información de sostenibilidad, la nueva directiva europea de información de sostenibilidad o la creación del International Sustainability Standard Board presidido por un europeo, son algunos ejemplos de ello.
El año 2022 supondrá el fin de la importancia de la narrativa sobre sostenibilidad y el comienzo de su integración en la contabilidad. Frente a la visión tradicional del binomio “rentabilidad- riesgo”, para la toma de decisiones sobre las empresas evolucionaremos al trinomio “rentabilidad- riesgo- impacto" a partir de información homogénea, objetiva y fiable. Por ello, hoy las compañías están afrontando y van a afrontar a mayor velocidad en 2022, un auténtico “tsunami regulatorio” y una “hiperactividad ESG” (Siglas en inglés de Environmental, Social y Governance) por las solicitudes de información por parte del mercado financiero en materia de sostenibilidad que pretende, entre otros aspectos, disminuir la distancia de 7.000 años de historia entre la información financiera y la información de sostenibilidad.
El cambio de cultura de gestión va a requerir la integración de la sostenibilidad en el gobierno corporativo, en la estrategia, en los objetivos, en la tecnología, en la capacidad de gestión de datos, en la retribución o en los sistemas de control y cumplimiento, es decir, en el lenguaje de gestión. Por ejemplo, en relación al control y cumplimiento entre las novedades de la regulación que vendrá se contempla la introducción de la responsabilidad, con sanciones y multas, para las empresas matrices por los daños producidos por sus subsidiarias en los ámbitos de derechos humanos y medio ambiente.
En el ámbito ambiental, en 2022 el protagonista será el cambio climático y la formalización de Estrategias Net Zero, lo que tendrá implicaciones contables, además de en otros aspectos. Por ejemplo, según las NIIF (Normas Internacionales de Información Financiera), las entidades deben tener en cuenta el cambio climático cuando su impacto sea material como por ejemplo, con la definición de una estrategia Net Zero. En concreto, en relación a la presentación de resultados (NIC 1), la valoración de existencias (NIC 2), el impuesto sobre ganancias (NIC 12), el inmovilizado material (NIC 16) y activos intangibles (NIC 38), el deterioro del valor de los activos (NIC 36), las provisiones, pasivos contingentes y activos contingentes (NIC 37), los instrumentos financieros e información a rebelar (NIIF 7 y NIIF 9) y la valoración del valor razonable (NIIF 13).
En 2022 las compañías escucharán el silbar de las balas del “tsunami regulatorio” y de la “hiperactividad ESG”. Pero la bala que acierta es la que no se escucha… por lo que no se olvide del cliente. Los requerimientos regulatorios y del mercado financiero son lo urgente pero lo importante es que están creando las condiciones en el mercado que generarán nuevas oportunidades de acceso a financiación y nuevos nichos de valor para los clientes. En este contexto la sostenibilidad está siendo y va a ser una fuente de innovación de productos y servicios. En 2022 veremos cómo ganan cuota de mercado productos y servicios vinculados a la sostenibilidad y se generalizará la financiación sostenible.
El cambio es estructural y no coyuntural, lo que requiere una transformación cultural en las compañías. Si usted tiene una actitud “negacionista” frente, por ejemplo, al cambio climático, le diría que contemple que sus “eco-locos” le han quitado la mano. Si le gusta hacer “chanzas” sobre la sostenibilidad, sea extremadamente creativo o corre el riesgo de quedar como el que cuenta un chiste muy viejo, lo digo por experiencia. Si no incorpora en su lenguaje y en el de su equipo el impacto y la sostenibilidad con la misma rigurosidad con la que habla de ventas, margen o tasas de descuento no se sorprenda cuando le pongan de ejemplo de “cuentacuentos” o de “greenwashing”, aunque no sea su voluntad. Y tenga en cuenta que la velocidad del cambio va a ser vertiginosa. En definitiva, en 2022 se producirá una aceleración de la integración del lenguaje de la sostenibilidad en los libros… de cuentas.