Por un lado, la inestabilidad geopolítica persiste. Los conflictos en Ucrania y Oriente Medio se han visto exacerbados por una escalada de tensiones en el Mar Rojo. A su vez, este conflicto ha generado interrupciones en las cadenas de suministro, repercutiendo en los costes de transporte asociados y en la producción industrial, como se ha reportado en fábricas del sector automotriz en Bélgica, Hungría y Francia. Estos eventos solo añaden más fuerza a la tendencia emergente de priorizar la seguridad económica.
En el entorno político, los primeros movimientos legislativos del recién estrenado gobierno español indican una trayectoria accidentada, marcada por la necesidad de alinear a numerosos actores con capacidad de veto. Además, 2024 se perfila como un año de súper ciclo electoral, con elecciones en Europa en junio y en Estados Unidos en noviembre. Este panorama deja en suspenso cualquier gran proyecto regulatorio y abre interrogantes sobre la dirección que tomarán ambas potencias tras los comicios.
En el ámbito puramente económico, se anticipan también ciertos desafíos. Existe una creciente preocupación por el estrés financiero, producto de la elevada deuda global y los costes de financiación. Además, persisten las dudas sobre el final del endurecimiento de la política monetaria, algo que está inevitablemente vinculado al grado de persistencia de la inflación. Sin lugar a duda, estos factores configuran un panorama económico complejo para el 2024.
Enfoque global
A pesar de la incertidumbre coyuntural, el cambio hacia una economía neutra en emisiones, delineada en los planes de transición empresariales, sigue siendo un reto importante que abordar. Es relevante señalar que la Unión Europea ha aprobado recientemente su directiva CS3D, que exige a las empresas con más de 500 empleados y una facturación superior a los €150M, que implementen planes de transición hacia la sostenibilidad.
Dicha directiva, que cubre toda la cadena de valor excepto los servicios financieros, establece objetivos quinquenales alineados con las metas de emisión de la UE para 2030 y 2050. Asimismo, incluye incentivos en forma de remuneración variable para los consejeros en empresas con más de 1.000 empleados y prevé infracciones de hasta el 5% de la facturación neta global.
Aunque el contenido específico de las directivas europeas relacionadas con la transición hacia una economía más ecológica aún no se ha estandarizado, se espera que se defina abarcando cuatro aspectos clave: una senda prospectiva, un perímetro amplio, medidas consistentes y una sólida gobernanza. Se prevé que los detalles se concreten en paralelo con el ciclo electoral de las elecciones europeas de junio y la formación de una nueva Comisión. Este desarrollo debería materializarse en nuevas directivas destinadas a informes y due diligence, así como en las normas contra el 'greenwashing', siendo el objetivo su implementación para la segunda mitad de este año o en 2025.
Perspectiva micro
En el ámbito empresarial, la elaboración de un plan de transición que se alinee con la nueva Taxonomía Verde de la Unión Europea se perfila como un paso estratégico ante la incertidumbre regulatoria marcada por el próximo ciclo electoral. Este enfoque, que fija límites para determinar qué actividades pueden considerarse sostenibles, abre la puerta a nuevas formas de financiación como los préstamos o bonos verdes, armonizando los intereses de empresas tanto financieras como no financieras.
Además, nuestro análisis sugiere que afrontar el desafío de la descarbonización y tomar decisiones empresariales de gran calado requerirá necesariamente prestar atención a dos factores clave:
En primer lugar, habrá que repensar las rutas comerciales y los métodos de transporte, especialmente en aquellos sectores productivos donde la disponibilidad de los bienes necesarios para descarbonizar las cadenas de suministro pueda verse afectada por los cuellos de botella emergentes en las rutas marítimas.
En segundo lugar, las empresas deberán afrontar la incertidumbre en torno al margen de financiación para la inversión en transición ecológica o en cualquier otra área. Este factor dependerá en gran medida de la política monetaria y las expectativas del mercado que, actualmente, apuntan a que el ciclo de bajadas de tipos se inicie en el segundo semestre del año.
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