El despliegue de nuevas tecnologías que ayuden a combatir los retos climáticos requiere de una inversión muy significativa, por lo que los inversores institucionales jugarán un papel clave.
Apesar del impacto de la pandemia mundial de COVID-19, las inversiones mundiales en nueva capacidad renovable crecieron un 2%, hasta superar los 300 mil millones de dólares, lo que supone la segunda cifra anual más alta registrada hasta la fecha.
Sin embargo, esta nueva edición del Índice de atractivo inversor en energías renovables de EY (RECAI por sus siglas en inglés) estima que el desarrollo futuro para lograr la neutralidad climática requerirá una inversión adicional de 5,2 billones de dólares, por lo que se destaca el papel que los inversores institucionales deberán desempeñar en la financiación de la transición energética.
La próxima Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (COP26), que se celebrará en el Reino Unido en noviembre de 2021, presenta una clara oportunidad para cerrar la brecha entre lo que los gobiernos han prometido hacer y el nivel de acción que han emprendido hasta la fecha, lo que aumenta la presión para que se tomen medidas que sigan combatiendo los efectos del cambio climático.
En esta edición abordamos en profundidad cómo los Gobiernos deben cumplir sus promesas de gasto para la transición energética. Los compromisos neutralidad climática de China y EEUU en el último año suponen un gran paso adelante para lograr los objetivos del Acuerdo de París, y el mes pasado las dos superpotencias anunciaron que están dispuestas a trabajar conjuntamente para abordar esta problemática. Acordaron discutir acciones específicas para reducir las emisiones y ayudar a los países en vías de desarrollo para financiar el cambio hacia la energía baja en carbono. Además, el presidente Biden se comprometió recientemente a reducir dichas emisiones entre un 50% y un 52% por debajo de los niveles de 2005 para el año 2030 y alcanzar la neutralidad climática en 2035.
Pero no solo está aumentando la presión pública hacia ellos, sino que también se está poniendo el foco en los inversores institucionales para que den un paso adelante. El impacto devastador de la pandemia del COVID-19 ha servido para reafirmar el papel tan importante que estos inversores pueden jugar a la hora de abordar riesgos ambientales, sociales, de gobierno corporativo (ESG) y de sostenibilidad.
Por otro lado, en el informe también presentamos dos casos de éxito en materia de hidrógeno verde llevados a cabo en diferentes regiones. En este sentido, las tecnologías emergentes, no sólo el hidrógeno, sino también los vehículos eléctricos y el almacenamiento de baterías, ofrecen un enorme potencial para lograr la neutralidad climática, pero requieren de una financiación significativa para aplicarlas a escala y que resulten eficientes, lo que supone un importante reto.
Por último, analizamos en profundidad los mercados energéticos en el este de Asia, los cuales se encuentran cada vez más orientados hacia las energías renovables. El compromiso de neutralidad climática de China no solo ha sido un gran paso adelante, sino que ha derivado en avances también por parte de Japón y Corea del Sur. Como resultado, la región experimentará previsiblemente una aceleración del crecimiento de las energías renovables, mejorando la cadena de suministro, reduciendo los costes tecnológicos y atrayendo el interés de inversión internacional.