Este inicio de año está marcado por dos tendencias. Una es que la incertidumbre sanitaria, que está ligada a la evolución de la pandemia, continua. La otra es una cierta ralentización en la recuperación económica global y una importante e histórica tensión alcista en los precios. El desequilibrio existente entre la oferta y la demanda, unido a los retrasos en la cadena de suministro y el elevado coste de los fletes ha dado lugar a un escenario altamente inflacionario que ya empieza a considerarse como permanente frente al carácter transitorio definido inicialmente. En este escenario, hay que prestar atención a lo que pueda ir ocurriendo con las políticas monetarias, revisión de las previsiones de crecimiento del 2022, precios de materias primas y mercados de divisas.
Los analistas están mostrando su preocupación por el futuro de las políticas monetarias de carácter expansivo ejecutadas en la actualidad. De hecho, las próximas semanas se celebrarán reuniones de los bancos centrales que podrían revisarlas. La Reserva Federal de EEUU ya ha iniciado los recortes de inyecciones de liquidez al sistema y se especula con posibles subidas de tipos de interés a partir del mes de marzo. El Banco Central Europeo ya empieza a considerar que la inflación puede que no sea tan transitoria como parecía y acelere la toma de decisiones de carácter restrictivo. El Banco de Inglaterra ya ha subido el precio del dinero en 15 pb al 0,25%, no descartándose nuevas alzas. Esta situación ya está afectando a la rentabilidad de la deuda de los principales países, que cotiza en máximos de los últimos años: