Nos encontramos en un momento de importantes oportunidades para lograr la descarbonización. ¿Sabremos aprovecharlas?
El sector energético es uno de los más relevantes de nuestra economía, dada su relación directa con el crecimiento económico y el bienestar social, tal como contempla el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, que recoge unas necesidades de inversión en transición energética de en torno a 30.000 millones de euros en los próximos años. Por ello, el primer gran reto es que los fondos se dirijan, efectivamente, a la reconstrucción y modernización de sectores existentes o a la creación de nuevos sectores de futuro, y no a otros fines. Sin embargo, en el medio plazo, el sector energético se enfrenta a otros grandes retos, tanto desde el lado de la oferta como de la demanda, ligados, principalmente, a la descarbonización de nuestro país y que han quedado fijados en la recientemente aprobada Ley de Cambio Climático y Transición Energética.
En electricidad, será esencial contar con un adecuado desarrollo de las subastas de renovables previstas en la normativa, que deberán complementarse con sistemas de apoyo para las plantas con PPAs privados y en mercado. También será precisa la optimización de los puntos de acceso y conexión, para lo que jugarán un papel esencial los concursos ya anunciados. Y, en este contexto, será clave la modernización y digitalización de las redes de transporte y distribución. En el ámbito nuclear será necesario que la normativa garantice una adecuada viabilidad a las plantas para que se produzca la progresiva reducción del peso que el PNIEC ha planificado para esta tecnología para 2030. En cuanto a los ciclos combinados, se espera que la nueva regulación de las subastas de capacidad garantice su viabilidad, así como el cierre de aquellos que se estime innecesarios para la seguridad de suministro del sistema. En relación con el sector del petróleo y del gas, destacaría su notable esfuerzo por la descarbonización y el futuro que presentan los gases renovables para el desarrollo industrial de nuestro país, lo que permitirá optimizar las infraestructuras con las que contamos.
Todo ello asociado al gran reto desde la perspectiva de la demanda en diversos ángulos, que deberá ser promovido mediante la fiscalidad ambiental y el desarrollo de esquemas regulatorios incentivadores.
En definitiva, nos encontramos en un momento de importantes desafíos para nuestro sector energético, en el que la estabilidad y certidumbre regulatoria serán esenciales para aprovechar las oportunidades de la descarbonización y lograr que nuestra economía siga creciendo a medio plazo, haciendo un uso eficaz y eficiente de los fondos europeos.
Publicado en El Economista