Reflexionando sobre este proceso de transformación, me gustaría compartir algunas ideas o conclusiones que con la experiencia voy extrayendo.
Estos días he participado en varios eventos y foros que me han dado la oportunidad de reflexionar sobre el ecosistema empresarial y la evolución del proceso de transformación que llevamos ya un tiempo viviendo con una intensidad extraordinaria.
Entre ellos, destacaría el Digital Enterprise Show, uno de los encuentros más relevantes del sector en Europa, que se celebró en Madrid hace unos días y en el que desde EY hemos estado profundamente implicados.
Esa misma semana publicamos, además, nuestro estudio ‘EY Attractiveness Survey’, que analiza la inversión extranjera directa en el ámbito digital y tecnológico en Europa. El informe revela que en 2018 Madrid es la cuarta ciudad europea con más oportunidades para generar el próximo gigante tecnológico, mientras que Barcelona ostenta la novena posición. España ocupa la quinta plaza en nuestro continente. Esperanzador, aun siendo conscientes del largo camino que como país nos queda por recorrer.
Reflexionando pues sobre este proceso de transformación, me gustaría compartir algunas ideas o conclusiones que con la experiencia voy extrayendo:
- Que la transformación empresarial debe ser integral o no será. Es un ejercicio necesariamente holístico, transversal y omnicomprensivo que requiere de una amplitud de capacidades multicompetenciales y una coordinación entre ellas desconocida hasta ahora. Debe integrar la estrategia de innovación con las tecnologías emergentes y considerar desde su génesis la regulación, legal y fiscal, presente y previsiblemente futura, y construirse sobre una plataforma de gestión de riesgos y ciberseguridad que esté a la altura de los desafíos que presentan las constantes amenazas del mundo tecnológico.
- La segunda, que el proceso de transformación corporativo necesita del liderazgo del más alto nivel ejecutivo de la empresa. La relevancia, complejidad y transversalidad del reto, y la consiguiente necesidad de integración de competencias profundamente diversas, requiere no sólo del apoyo o sponsorship del top management. Necesita del liderazgo, implicación e impulso de la alta dirección de la compañía, comenzando por su primer ejecutivo y su consejo de administración. Necesita de la creación de una cultura de experimentación, de agilidad en procesos de ideación, de prueba y error, en los que el fallo no resulte penalizado. Necesita de una comunicación clara y consistente que marque un rumbo nítido y no deje espacio a tener más opción a la hora de embarcarse.
- La más importante, con la que finalizo, es que la transformación no va de tecnología únicamente. De hecho, y en paralelo a la constante aparición de nuevos desarrollos tecnológicos que nacen con la vocación de ser cambios de paradigma, observamos que tecnologías que hace sólo dos o tres años eran consideradas disruptivas se ven ahora como commodities que no aportan nada sustancialmente diferencial. La transformación empresarial es mucho más amplia y profunda. Es un cambio de su cultura, de las formas de trabajar, de estructuras organizativas, de rediseño de procesos de negocio, del perfil y desarrollo de los equipos, de la propia forma en que esa transformación se comunica. Es una transformación del propósito y la misión de la empresa y de su rol social en la generación de valor a largo plazo. Ningún proyecto empresarial sin un propósito social claro será sostenible en un sistema capitalista que debe tener la inclusión social como referente irrenunciable.