Una demanda creciente con una oferta menguante solo es sostenible contando con la alianza de la salud digital y la Inteligencia Artificial
El mundo de la Salud también es víctima de ciberataques. Hemos de insistir en que ninguna persona, empresa u organización está libre de esta amenaza. Pero el mundo sanitario tiene especial importancia y su nivel de prevención y protección debería ser mayor.
Los ataques cibernéticos más comunes provienen de grupos delictivos altamente organizados. La ciberseguridad ya no es una opción, por tanto, sino un pilar imprescindible para cualquier entidad que quiera proteger su información, sus sistemas y sus dispositivos.
Además del daño reputacional, cada vez más los ataques persiguen la obtención de grandes sumas de dinero de forma rápida y sin posibilidad de rastreo posterior. Siempre se ha creído que las pymes son un objetivo más fácil porque suelen invertir menos en ciberseguridad, pero la actualidad nos está demostrando que las grandes organizaciones son especialmente atractivas para los hackers. Y su nivel de protección no es tan alto como correspondería a su importancia y valor estratégico. Por ejemplo, las sanitarias.
Estos días es noticia el ataque informático sufrido por Change Healthcare, una compañía tecnológica de Estados Unidos que desarrolla soluciones para la mejora de la gestión sanitaria. Esta firma ha sido víctima de un ransomware, un ataque que bloquea los datos y los dispositivos. Los piratas informáticos han recibido un pago de 22 millones de dólares. Sabemos de esta transacción porque es visible en la cadena de bloques de Bitcoin. Pese a la elevada suma pagada, lo grave es que la empresa no ha recobrado la normalidad total.
La Salud nos incumbe a todos sin excepción, en todo el mundo y durante toda nuestra vida, de ahí el interés que tiene para los buenos y para los malos, en una economía de los datos como la actual. Vivimos más años con mejor calidad de vida y hemos cronificado numerosas enfermedades. Eso implica un precio a pagar ligado a la sostenibilidad sanitaria, social, económico-financiera y por supuesto ambiental.
Un dato: la huella climática del Sector Salud equivale al 4,4% de las emisiones globales netas. En concreto, si el sector Salud fuese un país, sería el quinto emisor de gases efecto invernadero. El 71% de este impacto proviene de la producción, transporte y eliminación de productos sanitarios; un 17% tiene su origen en actividades asistenciales y el 12% restante, de la energía utilizada.
La sobrecarga en los sistemas sanitarios viene dada porque los episodios de altas temperaturas aumentan los ingresos hospitalarios por enfermedades y muertes relacionadas con el calor; la mala calidad del aire desencadena un número creciente de enfermedades respiratorias y cardiovasculares; los cambios en la temperatura y las precipitaciones alteran las enfermedades transmitidas por vectores (malaria, zika, dengue…) y las enfermedades infecciosas (cólera, diarrea…); por último, la degradación ambiental afecta también a la salud mental (ansiedad, depresión, trastorno de estrés postraumático).
Ser consciente es el primer paso para reducir el impacto ambiental de la actividad sanitaria. Después cabe invertir en edificios e infraestructuras de cero emisiones, proveer al sector sanitario con electricidad 100% limpia y renovable; incentivar y producir productos farmacéuticos bajos en carbono; implementar una atención sanitaria circular y una gestión sostenible de los residuos sanitarios o disminuir el consumo de productos de un solo uso.
Y es aquí donde entra la inteligencia artificial (IA), la robotización y la automatización como aliados. Sistemas sanitarios como el nuestro siguen siendo ineficientes en, al menos, un 25-30%. La IA aplicada a la salud y las soluciones digitales ayudan a gestionar los recursos materiales y humanos, y mejorar la calidad y equidad de los sistemas sanitarios, gracias a la transparencia debida, evolución continua y planificación ajustada a las necesidades.
Hay hechos irrefutables que fuerzan el cambio de modelo: las fuerzas socioeconómicas; la eficiencia de la inversión en Salud; la integración de la tecnología; el compromiso del paciente y el profesional; y la escasez de mano de obra sanitaria, para conseguir una atención inteligente personalizada.
En definitiva, una demanda sanitaria creciente junto a una oferta menguante sólo es sostenible, en todos sus aspectos, contando con la alianza de la Salud Digital y en especial de la IA.
Sin ciberseguridad no hay Salud Digital, ni IA. La crisis de Change Healthcare, aunque agravada por las características del sistema sanitario de los EE. UU., nos vuelve a recordar la importancia crucial de la ciberseguridad. Es necesaria la implicación de actores estatales y supraestatales como la Unión Europea. Organizaciones cuyo criterio rector no sea la optimización de costes y beneficios, sino la seguridad de entidades y colectivos de población.
Publicado en El Correo