La utilización de nuevos tejidos y materias primas que forman colecciones más sostenibles, el establecimiento de nuevas estrategias de economía circular y packaging, el desarrollo de alianzas con la cadena de suministro y otras plataformas colaborativas sectoriales o la adaptación de tendencias más disruptivas como el fashion sharing o el trashion son ejemplos que nos muestran no sólo que la sostenibilidad “se mueve” en la moda sino que también la moda, por su contacto directo con el consumidor, “nos mueve” hacia la sostenibilidad.
Las compañías del sector tienen el reto de encontrar esos mecanismos o fórmulas que las hagan disruptoras y diferentes, lo cual ayudará a la hora de captar el apetito inversor de los fondos. Los inversores consideran ya imprescindible la sostenibilidad a la hora de valorar inversiones, un elemento que se cuela también en otros mecanismos de financiación. Por tanto, cuanto más evolucione una compañía en materia de innovación que haga que sus procesos sean más cuidadosos con el medioambiente, mayor atractivo a para captar inversión.
La pandemia, el antes y después de la sostenibilidad
Este nuevo giro estratégico del sector acontece en unos momentos extremadamente complejos, sin haberse recuperado del todo de la crisis anterior y con unos cambios en la forma de comprar por parte del consumidor que se han acentuado en la pandemia. Todo ello ha puesto de relieve la necesidad de las empresas de moda de cambiar su modelo.