Desde la Revolución Industrial, el mundo empresarial ha experimentado transformaciones significativas en sus procesos y estructuras.
La tecnología ha sido la fuerza impulsora detrás de muchas de ellas. La Inteligencia Artificial (IA) se ha erigido hoy como uno de los catalizadores más poderosos. No solo promete cambiar la forma en que trabajamos, sino construir un mundo laboral mejor, donde los empleados puedan centrarse en generar valor. Y donde las empresas decididas a abrazar esta tecnología podrán competir con independencia de sus recursos y tamaño.
La democratización de la IA supone una revolución en la manera de trabajar de las empresas. Las soluciones en la nube y los servicios de suscripción han hecho más accesible la IA a la totalidad de las compañías. Además, la mayor sencillez para desarrollar soluciones basadas en IA multiplica su alcance y sus beneficios. En este contexto, con más posibilidad para acceder a la tecnología y con un mercado en constante cambio, los criterios de medida del éxito empresarial son otros. Históricamente el éxito de una empresa estaba vinculado fundamentalmente a su tamaño, mientras que en la era de la Inteligencia Artificial el criterio se amplía: surgen las 'habilidades digitales' como factor determinante.
Adoptar de manera efectiva la IA ayudará a nuestras empresas a competir mejor con organizaciones mucho más grandes. Serán más ágiles para detectar cambios o tendencias y más eficientes para adaptarse a las necesidades cambiantes del cliente o a las nuevas demandas del mercado.
De ello podrán beneficiarse la automoción, la aeronáutica, la siderurgia, la industria mecánica, la petroquímica o la maquinaria, que figuran entre los principales sectores del tejido industrial vasco tanto por su nivel de facturación como por su aportación al PIB. Un tejido industrial que, tengámoslo en cuenta, está dominado por empresas de pequeño tamaño, con una media de 16,3 empleados. Si bien la mayoría, el 83,7%, cuenta con menos de 20 y solo el 0,7% supera los 250, según los últimos datos del Eustat.
Un beneficio destacado de la IA es su capacidad para reducir la carga de trabajo en tareas repetitivas y rutinarias que consumen tiempo y recursos. La automatización de procesos (RPA) ha supuesto un cambio muy importante en la manera de abordar la mejora de procesos, pero ahora la suma de RPA e IA lleva los límites de la mejora a un punto desconocido. Los empleados se podrán enfocar en las actividades que requieren habilidades humanas, como la creatividad, el pensamiento estratégico o crítico o a la toma de decisiones. Esto, sin duda, ayudará a aumentar la productividad y la satisfacción en el trabajo.
Otra cosa son las reflexiones obligadas sobre el equilibrio entre eficiencia y necesidad de intervención humana para garantizar la calidad o incluso la personalidad de la empresa. Hay que atreverse a explorar este equilibrio y entender la nueva realidad tecnológica para crear procesos adaptados a las verdaderas necesidades del cliente y del empleado. Einstein decía que «no podemos resolver problemas pensando de la misma manera que cuando los creamos».
El miedo a transformaciones profundas y la resistencia al cambio son barreras comunes a las que se enfrentan muchas organizaciones. Es esencial superarlas para avanzar en la transformación digital. Ha llegado el momento de trabajar, de investigar, de preguntarse dónde está el verdadero valor para cada empresa de invertir en RPA y en IA. Y no solo en términos económicos, sino también en tiempo y en capacitación de los empleados.
La valentía se muestra también en la voluntad de experimentar, fallar y aprender de los errores. Estas tecnologías están en evolución constante y surgirán desafíos en el camino. Sin embargo, las empresas valientes ven estos desafíos como oportunidades para aprender y mejorar. Están dispuestas a ajustar sus estrategias y enfoques a medida que adquieren más experiencia en la automatización inteligente de procesos.
Por último, la adopción de este nuevo enfoque en la organización de los procesos debe ser una apuesta estratégica y por tanto planificada. Invertir en tecnología, en investigación y en formación es esencial, casi tanto como definir un marco regulatorio, unas normas éticas y un modelo de gobierno eficaz. Lo primero nos permitirá tener éxito en la iniciativa y lo segundo nos ahorrará muchos disgustos.
Publicado en El Correo