Por tanto, ante esta nueva situación, conviene hacerse una pregunta: ¿ha entrado la sostenibilidad en una fase de recesión en Europa, contagiada también por la ola anti ESG que se inició en Estados Unidos? O, por el contrario, ¿tiene la sostenibilidad el potencial de convertirse en una palanca clave de la competitividad tanto en Europa como en el resto del mundo?
En EY pesamos que hay sobrados motivos para conectar competitividad y sostenibilidad, así como para afirmar que son dos caras de la misma moneda. En primer lugar, es muy difícil crear valor a largo plazo para los accionistas si no se crea valor para clientes, empleados y, en última instancia, para la sociedad. Aunque es cierto que se puede crear valor a corto plazo, el largo plazo exige sostenibilidad. Primer argumento para conectar sostenibilidad y competitividad: pensar a largo plazo
En segundo lugar, también hay un sentido económico si hablamos de riesgos. En este punto creo que ya se puede afirmar que el coste de no hacer es superior al de hacer. En términos de trasparencia y reporte, ¿cuánto dinero han costado a accionistas, financiadores, proveedores y empleados los escándalos corporativos porque no se tenía conocimiento de los riesgos de gobernanza? En términos medioambientales, ¿cuánto están costando los activos que se deprecian como consecuencia del cambio climático? ¿Y cuánto están constando en términos de vidas y de infraestructuras los desastres causados por el calentamiento global? De hecho y según el informe How can we accelerate climate action? 1de EY, las compañías que toman medidas para abordar el cambio climático tienen 1,8 veces más probabilidades de generar más valor financiero del esperado en comparación con las que no abordan este tipo de acciones. Segundo argumento para conectar sostenibilidad y competitividad: el coste de no hacer es superior siempre al de hacer y eso tiene consecuencias en la prima de riesgo y el coste de capital.
En tercer lugar, también hay un sentido económico si hablamos de oportunidades. El mercado ha demostrado que la sostenibilidad ofrece motores de crecimiento en nuevos negocios para prácticamente todos los sectores de actividad: energía, automoción, infraestructuras, banca, seguros, turismo, alimentación y bebidas, etc. Mas allá de que la abundante y compleja regulación (que en EY bautizamos en 2021 como “tsunami regulatorio”)2 está imponiendo cambios en el modelo económico, en materia de oportunidades encontramos un tercer argumento para conectar sostenibilidad y competitividad: la sostenibilidad abre nuevas oportunidades de negocio.
Por tanto y a la luz de estos vínculos entre sostenibilidad y competitividad, cabe preguntarse: ¿qué hacer? Muchas veces nuestros clientes nos preguntan si, “en estos tiempos de tribulación, conviene no hacer mudanza”. En nuestra opinión, si apostar por la sostenibilidad es apostar por la creación de valor a largo plazo, por la gestión eficiente de los riesgos y por aprovechar las oportunidades, parece claro que hay que seguir avanzando en esa línea. No es una moda: es un fundamento básico de gestión.
¿Cómo hacerlo? Para empezar, hay que entender la regulación europea como una oportunidad para conseguir ventajas frente a los competidores, no solo como un ejercicio de cumplimiento. La Directiva 2022/2464 sobre información corporativa en materia de sostenibilidad, CSRD por sus siglas en inglés, y el Reglamento Delegado (UE) 2023/2772 sobre Normas Europeas sobre Información de Sostenibilidad (NEIS), o ESRS en sus siglas en inglés (Unión Europea, 2023) ofrecen ya palancas a las que poder agarrarse.
La primera de ellas es determinar qué aspectos son realmente materiales para cada empresa en cada uno de sus sectores de actividad. Poner foco en lo relevante, en aquello que tiene impacto financiero e impacto social (doble materialidad), y dejar de lado lo accesorio, no es más que una medida básica de un gestor: el poner foco y no dispersar esfuerzos.
La segunda es la importancia de fijar objetivos. Gestionar es poner objetivos creíbles y realistas, con los que se pueda medir y, en última instancia, rendir cuentas al mercado y a los accionistas, así como retribuir a los gestores. Para ello será necesario que, como ya sucede en los objetivos financieros, las compañías puedan disponer de mecanismos para medir la trazabilidad del dato, gestionar los sistemas internos de control del dato y de aseguramiento (limitado o razonable, cuando llegue), entre otros. Solo el hecho de poner objetivos y reportarlos, introducirá un factor de transparencia en el mercado que servirá como ventaja competitiva para la empresa.
La tercera palanca que nos impulsará la nueva regulación es la de definir una estrategia clara para alcanzar los objetivos. Gestionar es definir un plan de trabajo, establecer metas a corto, a medio y a largo plazo. Ninguna empresa que se precie de pensar en el largo plazo actúa sin una estrategia para alcanzar sus objetivos. De hecho, conviene no olvidar que el reto es crear valor a largo plazo.
La cuarta palanca consiste en definir impactos, riesgos y oportunidades. Gestionar también es ver dónde están los obstáculos o los planes de contingencia, así como saber cuánto ganamos y cuánto podemos perder si no identificamos los riesgos. Es un principio básico de rigor.
La última palanca es saber quién hace qué, lo que se conoce como “la gobernanza”. La regulación ayudará al gestor a definir quién hace cada cosa para evitar que los asuntos importantes (materiales) que, por regla general afectan simultáneamente a muchas áreas de las compañías, queden en zonas grises o sin un responsable que se ocupe de ellas, sin un presupuesto que las soporte y sin los mecanismos de control, supervisión y ejecución necesarios, tanto en los órganos de gobierno como en los órganos de gestión.
Cabe destacar que la Directiva CSRD ya en 2025 afectará a casi 50.000 empresas en Europa, de la cuales más de 5.000 son españolas. Este primer grupo formado por las grandes compañías crecerá en 2026, cuando también estarán obligadas a utilizar las nuevas normas las pymes, las entidades de crédito y algunas aseguradoras. En 2028 también se aplicará a las compañías de terceros países con filial o sucursal en la Unión Europea. Se trata por tanto de un hito muy significativo en términos de reporting que tendrá repercusiones en la competitividad de las compañías y afectará al grueso del tejido empresarial europeo en el corto y medio plazo.
Con esta óptica, la regulación en sostenibilidad puede ser una magnifica palanca para lograr mayor competitividad. Aunque la UE haya anunciado ya un proyecto ómnibus para hacer más sencilla la aplicación de las directivas de reporte (CSRD), diligencia debida (CS3DDD), y las regulaciones sobre Taxonomía, lo cierto es que la regulación actual abre la puerta a algo que es clave para cualquier empresa del mundo: mejorar la gestión para crear más valor a largo plazo.