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Retos del 2025. América se aleja y China acelera ¿Hasta cuándo seguirá Europa perdiendo terreno?

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España se perfila como un motor económico dentro de la eurozona, con un crecimiento previsto del 2,3% para este año, impulsado por la demanda interna y el sector servicios.

Para 2025, la perspectiva macroeconómica para Europa y España se presenta con desafíos. En Europa, se espera un crecimiento económico moderado, con tasas de crecimiento del PIB entre el 1,0% y el 1,5%, mientras que España se perfila como un motor económico dentro de la eurozona, con un crecimiento previsto del 2,3% para este año. Este crecimiento en nuestro país está impulsado por la demanda interna y el sector servicios. 

España 2025. Un año por delante

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Europa se enfrenta a retos estructurales que pueden condicionar su futuro. Uno es la transición energética, que requiere reducir la dependencia de fuentes externas y avanzar hacia la descarbonización, en línea con los objetivos europeos. Este desafío se ve agravado por el envejecimiento demográfico, que ejerce presión sobre el sistema de bienestar social y podría impactar negativamente en la productividad laboral. Otros de los retos que será preciso abordar en el medio y largo plazo son el exceso de regulación y de burocracia, junto con una digitalización insuficiente, que limita la capacidad de Europa para adaptarse a la rápida evolución tecnológica. 

En contraposición, en las últimas décadas las economías de Estados Unidos y China han superado a las europeas en términos de crecimiento del PIB y mejora de la competitividad debido a sus políticas de innovación, inversión en tecnologías avanzadas y apertura al comercio global. Mientras que Estados Unidos ha liderado con su capacidad para generar innovaciones disruptivas en sectores como la tecnología y las finanzas, China ha acelerado su expansión económica a través de una industrialización masiva, políticas de inversión estratégica y una fuerte apuesta por la transformación digital. Se espera que en los próximos años continúen por esta senda.

Parece el momento de usar las luces largas y ponerse detrás de la bandera que ha izado Mario Draghi en su informe sobre El Futuro de la Competitividad Europea. Es el momento de reimaginar cómo deberían ser las compañías con sede en la Unión Europea y olvidar los prejuicios sobre la imposibilidad de competir en áreas en las que China y Estados Unidos han tomado ventaja. 

La industria europea debe abordar urgentemente la creciente brecha de productividad, no mediante la reducción de costes, sino a través de la innovación y la creación de valor. El objetivo no es competir en precio fabricando productos básicos, sino desarrollar capacidades avanzadas que permitan crear soluciones de alto valor añadido.

Para mejorar la productividad, las empresas españolas y europeas deben adoptar un enfoque integral que abarque diversas áreas estratégicas. En primer lugar, la digitalización y la transformación tecnológica son clave para optimizar los procesos y tomar decisiones informadas, mediante la implementación de tecnologías avanzadas, como la inteligencia artificial y la automatización basada en datos. Además, es fundamental fomentar una cultura de innovación, impulsando el desarrollo de nuevos productos y colaborando con startups y centros de investigación para acelerar los avances tecnológicos.

En segundo lugar, va a ser crítico invertir en descarbonización y energías renovables de forma que consigamos un doble objetivo, por un lado, contar con energías limpias de bajo coste que incrementen la competitividad de nuestras empresas y, por otro, reducir la dependencia energética de Rusia y de otros terceros países. 

Otra área crucial es la formación y capacitación del talento, ya que invertir en el desarrollo de habilidades técnicas y digitales permitirá a los empleados trabajar de manera más eficiente con nuevas herramientas. Pero esto resulta difícil ponerlo en práctica en los entornos laborales existentes. La flexibilidad organizativa y la adopción de metodologías ágiles también son esenciales para que las empresas puedan adaptarse rápidamente a los cambios del mercado y mejorar la productividad de los equipos. Además, es preciso fomentar un clima laboral positivo con políticas de bienestar para los empleados y opciones de trabajo flexible. Esto incrementa los niveles de retención de los empleados, otro factor clave para la productividad corporativa.

En definitiva, para lograrlo y poder avanzar en condiciones favorables, las empresas europeas deberán; atraer, desarrollar y retener el mejor talento; transformar sus modelos de negocio mediante la adopción de todas las tecnologías digitales de vanguardia disponibles; incrementar el uso energías renovables para mejorar su competitividad junto a una mayor adaptación paulatina de sus formas de trabajo a modelos más sostenibles evaluando de forma inteligente los costes de transición; crear entornos de trabajo excepcionales y ofrecer compensaciones competitivas. Solo así podrán las compañías europeas y españolas maximizar su potencial y competir efectivamente en la economía global.

Resumen

Para 2025, Europa enfrentará desafíos estructurales como la transición energética, el envejecimiento demográfico y la digitalización insuficiente, mientras que España se destaca con un crecimiento económico previsto del 2,3%, impulsado por la demanda interna y el sector servicios. Las empresas europeas deben enfocarse en la innovación, la digitalización, la descarbonización y la formación de talento para mejorar la productividad y competir globalmente. La adopción de tecnologías avanzadas y la creación de entornos laborales positivos serán clave para maximizar su potencial.

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