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La economía del área del euro en 2025

La Unión Europea, y el área del euro en particular, se enfrenta a múltiples retos en el futuro próximo. La lista incluye desafíos persistentes −como la baja productividad, el envejecimiento de la población, o la resiliencia social− y otros nuevos, como las transiciones climática y digital, o los cambios geopolíticos. Para abordar eficientemente estos desafíos se necesita un decidido impulso reformista a nivel europeo, si bien hay trabajo aún por hacer a nivel nacional. En este sentido, existe margen para identificar y replicar las mejores prácticas de los países con mejor desempeño.

Los últimos datos sobre la actividad económica del área del euro (UEM) son positivos, y parecen confirmar un escenario de recuperación económica suave en el medio plazo impulsada por el consumo.

España 2025. Un año por delante

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Esta recuperación está siendo heterogénea por sectores de actividad –intensa en servicios, mientras las manufacturas muestran una debilidad persistente−, por países –pobre desempeño en Alemania, que contrasta con el dinamismo en España− y por componentes, destacando la atonía de la inversión empresarial. De acuerdo con las proyecciones más recientes del Eurosistema y otras instituciones internacionales como el FMI, se estima que el crecimiento del PIB real se podría situar entre el 1% y el 1,5% en 2025. Estas tasas son similares a las esperadas para otras economías avanzadas europeas, como el Reino Unido, pero sustancialmente inferiores a las previstas para los EE. UU.

En este contexto se está produciendo una reducción notable de la inflación, favorecida por la intensa respuesta de política monetaria del BCE y la corrección de los precios de la energía y los alimentos. No obstante, en este proceso de desinflación destaca la resistencia a la baja observada en la inflación de los servicios, que respondería a múltiples factores, como los efectos reapertura tras la pandemia −significativos en ciertos sectores, como el ocio− o las fuertes presiones salariales, cuyo impacto es más relevante en actividades que, como los servicios, son relativamente intensivas en mano de obra. De acuerdo con los datos y proyecciones más recientes, la inflación estaría convergiendo hacia valores compatibles con el objetivo a mediados de 2025, influida por la reducción de los costes laborales unitarios y la estabilidad esperada de los precios de la energía. 

Riesgos sobre la actividad económica y la inflación.

Las proyecciones de crecimiento e inflación se enmarcan en un contexto de creciente incertidumbre, influida por factores de riesgo ya existentes −como la potencial escalada de las tensiones geopolíticas derivadas de la guerra en Ucrania y del conflicto en Oriente Próximo− y acrecentada por otros nuevos, como el posible cambio del rumbo de la política estadounidense tras las últimas elecciones. Estos factores de riesgo, cuya materialización podría conducir a nuevas tensiones en los mercados de materias primas, una mayor fragmentación del comercio mundial y reacciones bruscas en los tipos de cambio, estarían sesgando el balance de riesgosa la baja para el crecimiento, y al alza para la inflación.    

Entre estos factores de riesgo, el potencial efecto de la agenda de la nueva administración estadounidense merece una mención especial, si bien, la implementación y alcance final de las medidas anunciadas están sujetos a una elevada incertidumbre. En su vertiente doméstica, esta agenda en política fiscal e inmigración tendría, en principio, un impacto global limitado. Sería la vertiente exterior, relacionada con las medidas anunciadas en materia arancelaria, la que podría tener un impacto más significativo, derivado de la mayor incertidumbre generada y del aumento de la fragmentación ante las potenciales acciones de represalia de los socios comerciales. En concreto, el aumento anunciado de los aranceles impactaría negativamente sobre el crecimiento de la UEM a través de diferentes canales, ligados, entre otros, a una menor demanda de exportaciones por parte de EE. UU, o a una mayor inflación –y la consiguiente reacción de política monetaria− ante la depreciación esperada del tipo de cambio del euro.

Perspectivas y desafíos de la economía europea.

La Unión Europea, y el área del euro en particular, se enfrenta a múltiples retos en el futuro próximo. La lista incluye desafíos persistentes −como la baja productividad, el envejecimiento de la población, o la resiliencia social− y otros nuevos, como las transiciones climática y digital, o los cambios geopolíticos, los cuales han convertido la soberanía estratégica −en sus distintas dimensiones: seguridad energética, política industrial, o defensa− en un desafío de primera magnitud.  

Las necesidades de inversión a las que se enfrentan los países de la UE para atender a estos desafíos son cuantiosas1. Si bien una parte significativa de este esfuerzo recaería sobre el sector privado, el sector público tiene un papel clave para complementar los recursos necesarios y catalizar la inversión privada. Pero atender estas necesidades de gasto e inversión exigirá además aumentar nuestro potencial de crecimiento, especialmente en un contexto de necesidad de consolidación fiscal en muchos Estados miembro. Según distintas estimaciones, el crecimiento potencial del área del euro se podría situar en el entorno del 1,1%, una cifra reducida si se le compara con el de nuestros principales competidores a escala global, como EEUU2 (más cercana al 2%). Parte de la explicación se encuentra en dinámicas demográficas desfavorables, o en diferencias estructurales en los mercados laborales, de productos y financieros; pero, sobre todo, se debe a la existencia de una brecha significativa en el crecimiento de la productividad entre ambas regiones, como ponen de manifiesto, en otros estudios, los informes Letta y Draghi. 

Las autoridades europeas son conscientes de que, para abordar eficientemente estos desafíos, es necesario un decidido impulso reformista, tanto a nivel nacional como paneuropeo. Como señalan acertadamente los citados informes, el problema de productividad y competitividad de la economía europea pasa por repensar la estrategia comunitaria, que deberá centrarse en buscar soluciones que fortalezcan la UE y mejoren la calidad de las instituciones, reduzcan la carga regulatoria, profundicen el funcionamiento del mercado único y potencien las oportunidades de inversión y las actividades de I+D e innovación del sector privado. Y cabe mencionar que muchas de estas reformas no requieren de financiación adicional, sino simplemente de la estrategia y liderazgos adecuados. 

Por otro lado, aunque estas iniciativas comunes son necesarias a escala europea, también queda mucho trabajo por hacer a nivel nacional. Si bien el bajo crecimiento y productividad tendenciales en Europa tienen orígenes y remedios comunes, el desempeño y los principales factores explicativos es diferente entre países. La labor de las autoridades debería ser identificar y replicar las mejores prácticas de los países con mejor desempeño, diseñando así una agenda coherente de reformas encaminadas a mejorar la eficiencia y calidad del sector público, fomentar la inversión en capital físico y humano, y promover el desarrollo tecnológico y la trasferencia de conocimiento. Con ello, se generarían sinergias que impulsarían la mejora en la productividad, el crecimiento y, en definitiva, el bienestar de todos los europeos.  

 

*Referencias:
1. Por ejemplo, la Comisión Europa estima que el gap en inversiones existente para alcanzar los objetivos climáticos y de transición digital exigiría una inversión anual adicional cercana a los 750 mm de euros hasta el año 2030. Véase Comisión Europea (2023): Strategic Foresight Report.
2. Según las proyecciones macroeconómicas de la Oficina Presupuestaria del Congreso (2024)
 

Resumen

La Unión Europea, y el área del euro en particular, se enfrenta a múltiples retos en el futuro próximo. La lista incluye desafíos persistentes −como la baja productividad, el envejecimiento de la población, o la resiliencia social− y otros nuevos, como las transiciones climática y digital, o los cambios geopolíticos. Para abordar eficientemente estos desafíos se necesita un decidido impulso reformista a nivel europeo, si bien hay trabajo aún por hacer a nivel nacional. En este sentido, existe margen para identificar y replicar las mejores prácticas de los países con mejor desempeño.

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