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2025 y más allá: seguir creciendo, pero con prosperidad compartida

El reto de España para 2025 y más allá es lograr mantener el crecimiento económico de estos tres últimos años, pero incorporando aquellas políticas y acuerdos entre los agentes sociales y empresariales que permitan que el crecimiento venga acompañado de prosperidad compartida basada en los buenos empleos de clase media para más personas y en más lugares del país.

La economía española está viviendo una primavera económica desde la recuperación post pandémica de 2022. Todas las previsiones señalan que la economía acabará 2024 con un crecimiento del 3% y que seguirá disfrutando en 2025 y 2026 de esa primavera, con tasas de 2,5% y 2% respectivamente, por encima de la media de la UE. Además, y por primera vez, la recuperación del crecimiento y del empleo han venido acompañados de una caída de la inflación y de un aumento del superávit de la balanza de pagos. Y, lo que también es una novedad, se ha reducido el déficit y la deuda pública. Un ciclo macroeconómico virtuoso.

España 2025. Un año por delante

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¿Un milagro? No necesariamente. Este ciclo virtuoso es el resultado de la diferente respuesta de la política económica a la crisis de 2008-2013 y a la crisis pandémica. En esta ocasión, tanto las autoridades europeas como las españolas siguieron una política anticíclica: se aplicaron reglas de reparto justas de los costes de la recesión, con los ERTE para mantener los contratos laborales, y se otorgaron ayudas fiscales y financieras para mantener las rentas de las familias y de las pymes; a la vez, apareció la innovación política de los fondos europeos, que sirvió para mantener la inversión.

Esta política económica vino acompañada de un intenso diálogo social entre sindicatos y patronales, con acuerdos tan importantes como la reforma laboral y el V Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva (AENC) que estableció una pauta moderada para los salarios. De esa forma, se mantuvo el consumo y la confianza de los agentes. Los efectos fueron muy positivos: frente a los cinco años de recesión de 2008-2013, con intensa destrucción de empleo y de empresas, ahora la recesión fue corta, con costes sociales y empresariales limitados, y la recuperación fue rápida, intensa y sostenida. La historia de estas dos crisis debería ser tenida en cuenta en el futuro en la UE para no volver a cometer los mismos errores que en 2008-2013.

El riesgo ahora es el conformismo. Por eso hay que recordar que el crecimiento económico por sí sólo no trae prosperidad para todos. Esta primavera económica no calienta a todos por igual. El crecimiento no ha reducido ni la desigualdad ni la pobreza, especialmente la pobreza de niños. España sufre el bochorno de ser el país de la UE con mayor pobreza de infancia, con la única excepción de Rumanía. Además, muchas personas que desean trabajar y están en condiciones de hacerlo, no encuentran empleo; o los que encuentran son con condiciones laborales y salariales que no permiten construir una vida de clase media.

La falta de buenos empleos no es sólo un disolvente de la cohesión social, debilita también el apoyo a la democracia y la legitimidad del propio capitalismo. La pérdida de buenos empleos que ha tenido lugar en las últimas de décadas en la mayoría de las economías desarrolladas es la raíz profunda del aumento del apoyo a las opciones autocráticas. Las personas buscan en estas opciones la seguridad económica que las democracias no han sido capaces de ofrecerles. En este sentido, Donald Trump es un síntoma del problema más profundo de la inseguridad económica y la falta de buenos empleos.

La pérdida de buenos empleos es también una amenaza para el capitalismo. No hay que olvidar que el núcleo moral que legitima el sistema de economía de mercado es su promesa de ofrecer oportunidades a todos, especialmente a los que más las necesitan. Si falla en esta promesa, como de hecho está ocurriendo, no debería sorprendernos que muchas personas hagan oídos a la promesa del crecimiento totalitario. Muchas cosas que estamos viendo en esta década de los veinte del siglo XXI riman con lo que sucedió en los años veinte del siglo pasado, cuando las democracias liberales europeas, al no saber dar respuesta a situaciones sociales similares, dejaron el camino libre para la llegada del totalitarismo, el fascismo y el nacismo.

Este escenario de incertidumbre e inseguridad económica puede verse intensificado si la transición ecológica verde y la digital, con la Inteligencia artificial como protagonista, son utilizadas por las empresas para automatizar los procesos económicos, sustituyendo empleos por máquinas. Necesitamos políticas para redirigir la tecnología hacia los buenos empleos mediante su uso para mejorar la productividad de los trabajadores.

La pregunta es, entonces, ¿cómo lograr un crecimiento económico que traiga prosperidad compartida y evite caer en el irresistible encanto del crecimiento autoritario? Parece evidente que la opción neoliberal, con su acento en la desregulación de los mercados y la globalización, no es el camino. Tampoco lo es la redistribución keynesiana. Seria tentador pensar que la solución está en el aumento del estado del bienestar. Aun cuando una mejor redistribución es necesaria para ofrecer seguridad económica a las personas que la necesitan y aliviar algunas de las consecuencias de la desigualdad y de la pobreza, la redistribución por sí sola no crea buenos empleos. Frente al neoliberalismo y al keynesianismo necesitamos un nuevo paradigma económico basado en la mejora de la productividad y de la empleabilidad de las personas. A falta de otro nombre más “sexi”, Dani Rodrik, el conocido economista de Harvard y premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, le ha llamado “productivismo”.

La formación dual, una “celestina” para los buenos empleos.

El problema del crecimiento con prosperidad compartida basada en los buenos empleos se complica cuando caemos en la existencia de una paradoja en el mercado laboral español: por un lado, hay muchas personas que buscan buenos empleos de clase media; por otro, muchas empresas sostienen que no encuentran trabajadores con las capacidades laborales adecuadas para cubrir sus vacantes relacionadas con las nuevas tecnologías medioambientales y digitales. La celestina para emparejar estas dos necesidades es la formación dual. Un reciente Informe del Consejo Económico y Social de España (CES) sobre La formación dual en España: situación y perspectivas ofrece evidencia empírica sobre esta cuestión.

El Informe del CES sostiene que la formación dual basada en la colaboración entre escuela y empresa es válida también para la formación universitaria, pero donde es especialmente útil para mejorar la productividad y los buenos empleos es en los segmentos de población laboral empleada en el sector servicios. Es un fetichismo creer que podemos recuperar los buenos empleos soló a través de la industria. El desplazamiento hacia el sector servicios es una tendencia general de las economías desarrolladas que no se puede revertir. El reto es, por tanto, desarrollar una política industrial para el sector servicios, basada precisamente en una formación dual que dé productividad a las personas empleadas en estas actividades, especialmente en el turístico, sanitario y de cuidados.

IA, negociación colectiva y buenos empleos.

En este sentido, otro reto para la economía española es que la inteligencia artificial sea utilizada por las empresas para capacitar a sus trabajadores y no para sustituirlos por robots y algoritmos. Para lograr este objetivo es fundamental el papel del diálogo social y la negociación colectiva. Lo mismo se puede decir para las competencias verdes.

Como se vio durante la crisis pandémica, España tiene en la capacidad de diálogo social y en la negociación colectiva un patrimonio inmaterial excepcional que ahora hay que utilizar para hacer que tanto la inteligencia artificial como las tecnologías verdes sean instrumentos que permitan mejorar las capacidades y la productividad de las personas para lograr buenos empleos de clase media. Se trata de explorar el camino abierto con la firma del V AENC que en su capítulo XVI abre precisamente este campo.

Resumen

El reto de España para 2025 y más allá es lograr mantener el crecimiento económico de estos tres últimos años, pero incorporando aquellas políticas y acuerdos entre los agentes sociales y empresariales que permitan que el crecimiento venga acompañado de prosperidad compartida basada en los buenos empleos de clase media para más personas y en más lugares del país. Esa prosperidad compartida será, a su vez, el mejor instrumento para el mantenimiento del apoyo a la democracia liberal y para la legitimidad del capitalismo inclusivo.  

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