Reto gobernanza

El reto de la gobernanza de la inteligencia artificial

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¿Será posible materializar esa pretendida seguridad a la que aspira la Declaración de Bletchley o las iniciativas del gobierno estadounidense y la Unión Europea, o será fallida por culpa de la fuerte competencia geopolítica que impulsa el objetivo chino de liderar la IA en 2030?

Pensar el futuro solo podrá hacerse a partir de un dialogo con la inteligencia artificial (IA). Se trata de un reto que interpela al conjunto de la humanidad ya que no admite compartimentos estancos frente a ella. Entre otras razones porque se están dando las condiciones para que convivamos e interactuemos habitualmente con máquinas dotadas de sistemas de IA que serán cada vez más autónomas y eficientes al decidir por nosotros, o con nosotros. Este fenómeno paulatino de automatización de las decisiones que tienen que ver con nuestra vida profesional y cotidiana, opera en la movilidad, la salud, la seguridad, las finanzas, la empresa, la educación o la administración, entre otros ámbitos de actividad y gestión. Se acelera y escala a velocidad vertiginosa porque va de la mano de avances en innovación que están permitiendo desarrollar sistemas de IA que están sustituyendo al ser humano en la centralidad que ha desempeñado históricamente al gestionar los asuntos del mundo.

Lo constatamos a diario en las sociedades más avanzadas. Un hecho que irá a más y que permite anticipar que la IA ocupará en breve una posición tan central que, con el tiempo, le atribuirá el estatus de una tecnología insustituible y decisiva. No solo dentro de los procesos de transformación digital que experimentan las organizaciones humanas públicas y privadas, sino del conjunto de las sociedades. No olvidemos que estas últimas aceleran su automatización debido a que generalizan sistemas de IA que imitan las funciones cognitivas del cerebro humano. Una lógica de investigación iniciada hace setenta años por Alan Turing y que en los últimos años empieza a hacerse realidad.

La suma de estas circunstancias ha provocado recientemente una auténtica inflación de noticias sobre IA que ha levantado susceptibilidades e inquietudes en el seno de las sociedades más avanzadas. A ello ha contribuido la falta de una gobernanza adecuada que trasladase seguridades sobre su investigación y desarrollo. La Declaración de Bletchley aprobada a la clausura del encuentro internacional que, sobre seguridad de la IA, promovió a finales de octubre de 2023 el gobierno británico, constata la urgencia de dotarnos a nivel mundial de normas de supervisión internacional que controlen su desarrollo. Los gobiernos firmantes, entre los que destacan Estados Unidos, China y la Unión Europea, admiten que la investigación sobre ella no puede ser detenida porque presenta oportunidades globales que son extraordinarias para transformar y mejorar el bienestar humano, la paz y la prosperidad. Sin embargo, constatan también que la innovación en IA libera riesgos tan significativos y relevantes que pueden comprometer irreversiblemente los objetivos que acabamos de mencionar. Especialmente en el ámbito de la llamada IA de vanguardia o fronteriza que puede desarrollar capacidades inusualmente potentes y potencialmente dañinas.

Este diagnóstico que contiene la Declaración de Bletchley allana el camino hacia un consenso global que puede permitir, quizá, el diseño de una gobernanza de mínimos que balancee las oportunidades y riesgos que concurren en la investigación sobre la IA y que está siendo dificultada por una tensión geopolítica que ha hecho de la IA un facilitador de la lucha por la hegemonía tecnológica que libran Estados Unidos y China. A esta gobernanza contribuye, sin duda, la Orden ejecutiva presidencial aprobada por la Casa Blanca, pero, sobre todo, la previsible aprobación del Reglamento de IA europeo antes de que se convoquen las elecciones de 2024. Con todo, hablamos de un marco regulatorio de mínimos que trata de neutralizar los riesgos dañinos que puede provocar una IA desprovista de límites éticos. Se invoca al respecto la necesidad de promover políticas que ofrezcan seguridad frente a esos riesgos, así como obligaciones de transparencia en los actores privados que innovan en ámbitos fronterizos que nos acerquen a lo que se denomina la IA fuerte. Esto es, aquella capaz de alcanzar modelos cognitivos semejantes al sentido común de los seres humanos.

¿Será posible materializar esa pretendida seguridad a la que aspira la Declaración de Bletchley o las iniciativas del gobierno estadounidense y la Unión Europea, o será fallida por culpa de la fuerte competencia geopolítica que impulsa el objetivo chino de liderar la IA en 2030? Difícil saberlo de antemano. Sobre todo, porque este enfoque de gobernanza se centra en un diseño de seguridad frente a los riesgos que se basa en la robustez y la confiabilidad de los instrumentos de control. Esto es, en anticipar los daños previsibles para evitarlos. Se olvida que los sistemas de IA parten de una lógica utilitaria de maximización eficiente de las capacidades que desarrollan. Algo que dificulta de partida el éxito de supervisión porque la IA busca imitar hasta donde pueda la inteligencia humana con el fin de superarla y sustituirla cuando proceda, pues aspira a ser más eficiente que ella. O si se prefiere, a ser menos propensa al error que la inteligencia humana. Un detalle que no es menor, pero que escapa a la perspectiva tecnóloga que diseña el modelo de gobernanza que comentamos. Quizá, si cambiáramos seguridad por propósito tendríamos el enfoque ético que buscamos. Sería a priori, se basaría en la protección de la dignidad humana y no negaría la innovación, pero la subordinaría a un paraqué que robustecería de antemano la ansiada eficacia de la supervisión.

Resumen

Pensar el futuro solo podrá hacerse a partir de un dialogo con la inteligencia artificial (IA). Se trata de un reto que interpela al conjunto de la humanidad ya que no admite compartimentos estancos frente a ella. Entre otras razones porque se están dando las condiciones para que convivamos e interactuemos habitualmente con máquinas dotadas de sistemas de IA que serán cada vez más autónomas y eficientes al decidir por nosotros, o con nosotros. Este fenómeno paulatino de automatización de las decisiones que tienen que ver con nuestra vida profesional y cotidiana, opera en la movilidad, la salud, la seguridad, las finanzas, la empresa, la educación o la administración, entre otros ámbitos de actividad y gestión. Se acelera y escala a velocidad vertiginosa porque va de la mano de avances en innovación que están permitiendo desarrollar sistemas de IA que están sustituyendo al ser humano en la centralidad que ha desempeñado históricamente al gestionar los asuntos del mundo.

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