El sector es capaz de capear momentos de incertidumbre de forma más solvente que otros, o al menos así lo reflejan los mercados bursátiles en momentos de incertidumbre, principalmente por tratarse de activos tangibles y por su naturaleza regulada, dado que en muchas ocasiones se tratan de relaciones con entes públicos. La caída de volumen de inversión en nuevas infraestructuras en los últimos años implica que ahora se esté incrementando la brecha con las verdaderas necesidades que tenemos como país, lo que se traduce en que las infraestructuras sociales se están resintiendo.
Para entender esto sería bueno poner en contexto que existen grandes planes de infraestructuras anunciados en múltiples geografías, si bien su traslado a proyectos y a la economía real se está demorando más de lo que la industria necesita. Por el contrario, países que han tenido una estrategia clara de infraestructuras a largo plazo, cómo Canadá o Australia, no han necesitado anunciar planes especiales por la crisis del Covid-19, dado que no tienen más que continuar con sus planes. Por ejemplo, en Europa el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia (MRR), concretado en España en el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, no es un plan a largo plazo a efectos de infraestructuras, ya que tiene un horizonte de solo seis años, de los cuales ya han pasado dos. Este enfoque tan cortoplacista es especialmente relevante cuando hablamos de un sector que por sus características y por sus necesidades de financiación tiene que entenderse a medio y largo plazo.
Frente a esta situación, también nos encontramos ante grandes oportunidades en países como Noruega o Arabia Saudita, que gracias a los fondos obtenidos por los altos precios del petróleo está previsto que realicen importantes inversiones en infraestructuras y, al mismo tiempo y teniendo en cuenta el ambiente bélico, también se prevén importantes inversiones por parte de Estados Unidos en las bases militares que tiene en Europa, dado que el objetivo es expandirlas.
Tres grandes retos
En muchos de los países europeos tenemos el problema de que hemos destruido gran parte de la capacidad de construcción con la que contábamos hace diez años, principalmente debido a la reducción de la inversión púbica en infraestructuras, y ahora cuesta volver a poner todo el engranaje en marcha. Esto está relacionado principalmente con la dificultad de contar con mano de obra cualificada y la capacidad de retenerla durante el desarrollo de los proyectos.
Debido a la situación actual, ahora hay que añadir los retos relacionados con la escasez de recursos, que podemos encontrar en casi cualquier geografía. Si además la actividad se encuentra diversificada en muchos países es, si cabe, más complicado operar, por eso la estrategia de las constructoras está siendo la de ser más selectivas la hora de seleccionar los proyectos.
En este escenario, se pone de manifiesto que han quedado atrás los años en los que lo importante era el volumen de contratación, pasando a encontrarnos en un momento en el que las compañías son cada vez más selectivas para conseguir mejorar el margen.
El suministro de materias primas se ha convertido en una verdadera arma geopolítica, una carrera que no comenzó hace unos meses, sino que hace años que practica China con sus movimientos en África y Latinoamérica, regiones en las que realizaron proyectos de infraestructuras a cambio de la explotación de recursos naturales.
A estas dificultades, muchas derivadas de la coyuntura actual, debemos añadir una no menos importante que es la relación entre el sector público y las compañías privadas, que cada vez se está volviendo más burocrática. En numerosas ocasiones, este cambio está relacionado con casos pasados de corrupción y malversación de fondos públicos, si bien está encorsetando relaciones de negocio normales y legítimas que exigen resoluciones ágiles para facilitar la adaptación a un entorno cada vez más cambiante.
El mundo ahora se complica enormemente por la complejidad y el volumen de nueva legislación en cada país, que es justo lo que no se necesita para poder implantar medidas ágiles en tiempos tan convulsos. Aquellos países que están logrando encontrar fórmulas de resolución rápida de disputas relacionadas con la gestión de contratos acaban siendo más exitosos y atractivos para los inversores. El objetivo debería ser evitar lo máximo posible llegar a procesos litigiosos, pero para eso hacen falta reglas más flexibles o adaptables, y eso, por desgracia, no es lo que está ocurriendo, ni es la tendencia generalizada.
El factor ESG
En este sector algo que debe primar es que los proyectos en los que se decida invertir sean aquellos que realmente sean necesarios (Fit for purpose). La construcción de un metro puede que no sea verde en sí, pero su impacto en la reducción del tráfico (dependencia de otros tipos de transporte individuales) en la ciudad es lo que se debería analizar.
En este escenario en el que la lucha contra el cambio climático ya forma parte de la agenda de administraciones y empresas, las inversiones relacionadas con transición energética son cada vez más relevante para los países dado su potencial para conseguir la independencia energética, por lo que están cobrando mayor protagonismo en los planes de inversión de muchos gobiernos.
Cada vez resulta más relevante tener estándares de datos por parte de los países para medir los proyectos y su impacto en ESG (Environmental, Social and Governance), y al mismo tiempo tratar de evitar el greenwashing, que precisamente aprovecha la falta de estándares claros para ofrecer una imagen distorsionada de la realidad al mercado.
Como hemos podido observar en los últimos tiempos, por una parte, se está poniendo especial foco en el reciclaje de materiales a la hora de desmantelar obras antiguas y, por otro lado, se está incrementando la colaboración con grupos cementeros para mejora de materiales. Además, encontramos multitud de start-ups que están surgiendo en el universo Con-Tech, muchas lideradas por profesionales que ya consiguieron transformar otras industrias, buscando colaborar en esta evolución del sector.
En definitiva, nos esperan meses complejos y acelerados en los que es posible que tengamos sobresaltos, pero donde también surgirán oportunidades. Aunque nos encontramos frente a una situación de incertidumbre generalizada, que no se recuerda desde hace generaciones, la industria de las infraestructuras juega un papel fundamental y continúa proponiendo iniciativas que ayudan al desarrollo sostenible de los países y de sus economías, aportando su eficiencia, experiencia e innovación.
Publicado en Cinco Días.