Las previsiones para este año son de estancamiento económico tanto en Europa como Estados Unidos, pero sin llegar a una situación de recesión.
La situación económica actual en España es lo que los economistas denominamos choque negativo de oferta y de empobrecimiento consecuencia del deterioro de la relación real de intercambio. Esto es, una situación en la que se producen un aumento de los costes de producción que se traduce en inflación y que a su vez, provoca un contexto de estancamiento económico. A ello se une un incremento de incertidumbre consecuencia de las tensiones geopolíticas y del aumento de las tensiones financieras, fruto a su vez del giro en las condiciones monetarias. El ya comenzado endurecimiento de la política monetaria puede situar los tipos de intervención en niveles cercanos al 3% en Europa y al 5% en Estados Unidos. Como consecuencia, se está produciendo una apreciación del dólar frente al euro que nos encarece las importaciones del exterior.
Las previsiones para el año que viene son de estancamiento económico tanto en Europa como Estados Unidos, pero sin llegar a una situación de recesión, en cuanto el parón va a ser transitorio y relativamente liviano. De partida empieza a visualizarse una moderación de la inflación tras los máximos vividos, tanto por los efectos base como por la ralentización económica actual, en un contexto de caída de los precios del transporte internacional y de reducción de cuellos de botella. Una fortaleza es la moderación en Europa de los salarios reales lo cual a su vez posibilita que el mercado laboral manifieste una mayor fortaleza que la actividad económica. Lo cual, si bien es verdad que por la vía de la menor productividad genera pérdidas en las empresas, a cambio se acorta la duración e intensidad de la ralentización esperada.
En este contexto, la recuperación de la economía española iniciada en el 2021 está perdiendo intensidad. De hecho, a pesar de nuestro retraso en el proceso de normalización en el 3T2022 hemos sufrido el mismo estancamiento (crecimiento intertrimestral del 0,2%). La pinza de la inflación y de la subida del euríbor sobre familias y empresas están detrás de este freno. No obstante, es posible que la contracción monetaria sea menos intensa que las experimentadas en el pasado ya que, ahora la financiación más reciente se hacía con tipos fijos y la continuidad de la renta disponible a consecuencia del empleo como factor moderador de vulnerabilidad, más aún cuando las familias disponen de casi 120.000 millones de euros de ahorro acumulado desde el año 2020. Además, la ausencia de espirales precios y salarios ha posibilitado que ya estemos dejando los máximos de inflación atrás.
Una variable rezagada en la vuelta a la normalidad es la inversión empresarial. El retraso en la ejecución de los Fondos Europeos como el encarecimiento de la inflación son circunstancias que frenan su dinamismo. El problema de fondo es que la empresa sigue siendo el agente más retrasado en recuperar sus resultados previos al COVID, a diferencia de los trabajadores que ya tienen rentas superiores a entonces y de los impuestos que están en máximos históricos. De hecho, la empresa española desde 2020 ha perdido 120.000 millones de euros en términos de contabilidad nacional con el consiguiente deterioro de solvencia y con un aumento del endeudamiento de más de 70.000 millones de euros. A este respecto, el año pasado una de cada tres empresas seguía en pérdidas.
Las empresas están viendo aumentar sus costes de producción por diversas vías lo que en muchos casos lleva a una contracción de los márgenes en cuanto el estancamiento de la actividad dificulta la traslación a precios. De partida, los costes de materias primas y energía se han elevado sustancialmente con el gas de tubería en máximos históricos. Además, el esfuerzo de mantenimiento del empleo en un contexto explicado por la dificultad de encontrar mano de obra y de caída de horas trabajadas ha conllevado un aumento de los costes laborales (cercano a un 9% desde 2019) consecuencia de la contracción de la productividad, aunque si se evitan indiciaciones salariales la situación sigue siendo asumible. Posiblemente lo peor está en el aumento de las cargas financieras consecuencia de la elevación del euríbor en cerca de trescientos puntos básicos, que si bien en promedio en el peor de los escenarios suponen que la carga financiera sea inferior al 20% de la cuenta de resultados empresarial, en los casos más extremos supone que cerca de una cuarta parte del tejido empresarial esté en riesgo de vulnerabilidad financiera
La política económica por su parte está siendo un factor de incertidumbre añadido en cuanto no solamente se sigue abriendo el gasto público con el consiguiente riesgo de sostenibilidad de las finanzas públicas, sino que además se apuestan por contraproducentes subidas de impuestos a las empresas. Como consecuencia las empresas se ven obligadas a asumir un mayor esfuerzo de ajuste del que sería razonable, lo que va a suponer un aumento de los procesos de reestructuración empresarial del año que viene bajo la premisa de reducir vulnerabilidades financieras y asegurar la resiliencia empresarial a medio plazo.
El enfoque es que si bien en contextos como el venidero aumenta la aversión al riesgo y la gestión debe ser especialmente responsable y prudente, son también estas coyunturas momento de oportunidad y de crecimiento para las empresas que puedan aprovecharlas, lo que sucederá entre otras aquellas que sean más eficientes en su transformación a la nueva realidad y den una respuesta más acertada a los nuevos requerimientos como puedan ser la sostenibilidad, la digitalización o el envejecimiento demográfico.