Las medidas no vacunales siguen siendo imprescindibles para reducir la circulación del SARS-CoV-2.
Dos años transcurridos y todavía no podemos hablar de postpandemia, aunque algunos se empeñen en ello. Estamos todavía viviendo una pandemia porque los criterios que la definen -enfermedad infecciosa que cruza fronteras internacionales y afecta a gran parte de la población mundial- siguen vigentes. No sé cuánto hemos aprendido, pero en este momento hemos de insistir en el principio de prudencia, seguir usando mascarilla, manteniendo distancia social, evitando aglomeraciones, así como espacios cerrados o no suficientemente ventilados y vacunación con dosis de refuerzo.
Sí, ya sé que, a estas alturas, parece anacrónico seguir utilizando barreras de otros tiempos, salvo la vacunación, pero no es menos cierto que tanto a nivel individual como colectivo seguimos comportamientos sociales que en poco han cambiado. Estamos cansados y queremos hacer vida normal pero el virus, como ser vivo que es, aprende y se extiende por todo el mundo en sus diferentes variantes (alpha, beta, gamma, delta, épsilon… hasta la actual ómicron) y otras que vendrán. Esperemos que gracias a la vacunación la incidencia sea menor, aunque se pueda dar el caso de una mayor transmisión del coronavirus SARS-CoV-2 entre asintomáticos vacunados. Esta es una de las razones por las que el mensaje de que con un elevado porcentaje de vacunación la pandemia se acaba es un grave error. La circulación del SARS-CoV-2 sigue siendo masiva y comunitaria por lo que las medidas no vacunales siguen siendo imprescindibles para reducir la circulación, a diferencia de lo conseguido con las vacunas de los virus clásicos. Será diferente cuando las actuales vacunas u otras que aparezcan consigan el mismo efecto.
Y hablando de vacunación, en una pandemia o se vacuna en el menor tiempo posible al mayor porcentaje de la población mundial o de poco sirve alcanzar altas tasas en unas partes del mundo y bajas en el resto. Porque es cuestión de poco tiempo la aparición de una nueva variante de este coronavirus o incluso la aparición de uno nuevo. Una y otra vez hemos visto como porcentajes que se estimaban suficientes para alcanzar la inmunidad de grupo se han visto superados. Debemos recordar que en este momento se han administrado más de 9.000 millones de dosis de vacunas y la mitad de la población mundial ya ha recibido una. En Europa, la población inmunizada supera el 65%, en América del Norte alcanza el 66% y en Asia el 64%, mientras que en África apenas se ha podido vacunar al 12% de la población. Y a estos porcentajes de media les hemos de aplicar la desigualdad en la distribución de cada continente. El mecanismo COVAX, que se creó precisamente para evitar la brecha entre el número de vacunas administradas en los países ricos y los pobres, solamente puede constatar como esta crece cada día. Y mientras sea así el final de la pandemia seguirá estando lejos.
Dicho todo lo anterior y mucho más que podríamos compartir, pero a estas alturas y dado que todos sin excepción nos hemos familiarizado con la jerga pandémica, e incluso hemos aprendido a seleccionar información relevante de entre la infodemia padecida, me gustaría compartir algunas tendencias que nos marcan nuestro día en lo profesional y en lo personal. Y tras la lectura del Informe 2021 sobre la industria de la tecnología sanitaria "Pulse of the industry de EY", me atrevo a concluir, tras su lectura, que si quienes tienen el pulso de lo que está ocurriendo en el sector de la Salud a nivel mundial llegan a estas conclusiones, que ahora detallaré, es porque consideran que el coronavirus SARS-CoV-2 va a estar entre nosotros los próximos años. Esa normalidad deseada lo será avanzando en nuestros quehaceres contando con su presencia. Mientras, progresan las vacunas con sus actualizaciones y los tratamientos antivirales que irán apareciendo, sin olvidarnos de las medidas de protección que nos lo permitan.
Podemos aceptar que estamos cerca del final de esta pandemia, aunque sin haberla superado totalmente. Y también que algo hemos aprendido, por lo menos a gestionarla. Por eso, hemos identificado cinco áreas clave en las que los que trabajamos en el sector de la Salud tenemos que centrarnos en repensar nuestros modelos para brindar una mejor atención en el futuro. Modelos que deberán situar a las personas en el centro -esta vez, de verdad- para que la atención sea más accesible, conveniente, centrada y personalizada en el paciente. Aprovechar los datos y las tecnologías digitales para hacer que los productos, bienes y servicios sean más inteligentes y estén mejor conectados. Una mayor digitalización supone una deseada humanización y optimización del tiempo en la atención sanitaria. Pero, además, hay que impulsar una reforma regulatoria para respaldar la evolución continua del sector de la Salud. Validando la resiliencia y la agilidad de sus cadenas de producción y suministro para el futuro. Y, por supuesto, una mejora, sin paliativos, de las medidas medioambientales, sociales y de gobernanza (ESG). Sin olvidar los aspectos éticos, legales y de ciberseguridad.
Dando por hecho que algo hemos aprendido como individuos y organizaciones de esta pandemia, estaremos en mejores condiciones ante próximas infecciones emergentes en cualquier lugar del mundo. Pero siempre y cuando la salida de esta crisis se torne en oportunidad aprovechada gracias a una mayor colaboración a todos los niveles, la aceptación de su globalidad (a diferencia de las ocurridas en otras épocas) y sostenible, tras hacer comprobado los efectos perniciosos de ignorar durante los últimos años nuestro entorno One health.
En este tiempo hemos visto tantas estrategias como países y es difícil comparar resultados con un mínimo de rigor, al partir de situaciones diferentes y métricas heterogéneas. Pero sí podemos aseverar que han sido mejores para aquellos que estaban más preparados. Es una obviedad, pero conviene recordar para insistir en este momento en la necesidad de inversión específica en I+D acerca de infecciones emergentes para que cuando aparezcan nuevos brotes infecciosos, algo que es inevitable, la hipotética pandemia no llegaría a serlo si estamos preparados.
Y no quiero terminar sin traer a colación otro término que nos debe hacer pensar, la sindemia, que pone el foco en lo relacional y los determinantes sociales de la Salud en los procesos de enfermar. Aplicado al covid-19, se refiere al efecto sinérgico que se produce entre el virus y las patologías concurrentes, permitiendo visibilizar otras epidemias de enfermedades preexistentes que colocan en una situación de mayor vulnerabilidad frente al virus a unas personas que a otras. Va más allá del enfoque de la comorbilidad como simple sumatorio de enfermedades, ya que amplía la mirada a los procesos biosociales en los que se dan estas enfermedades. Además de entender los contextos y las condiciones de vida como los posibilitadores de estas interacciones entre distintas patologías.
Transformación social, no sólo digital, cambio de modelo relacional, mayor colaboración y responsabilidad individual y colectiva, información, pero también formación. Parece que estamos despertando de un mal sueño que se resiste a acabar y nos debemos apresurar, mientras despertamos, a anotar qué hemos de hacer mejor para que no se nos olvide y no se repita la historia.
Publicado en El Periódico de España