Boat race

Un crecimiento sostenible unido a la industria y al turismo

Un futuro marcado por la capacidad de adaptarse a las tendencias que ya existían o que han sido aceleradas por la crisis del coronavirus.

La economía española encara el 2022 en un entorno global marcado por el tercer año de la pandemia y la incertidumbre sobre el dinamismo de la senda de recuperación ante los riesgos asociados a la disrupción de las cadenas de valor y suministro, el encarecimiento de las principales materias primas y la crisis energética, entre otros. Un conjunto de factores cuyo grado de persistencia no sólo podría agravar las actuales tensiones inflacionistas, sino también lastrar la actividad de nuestra industria y retrasar la recuperación del turismo.

En este sentido, las estimaciones del Banco de España señalan que, en función de su duración, los cuellos de botellas en las cadenas de suministros mundiales podrían restar hasta 14.000 millones de euros al PIB español, y reducir entre 0,5 y 0,9 puntos porcentuales la tasa de crecimiento de nuestro país proyectada de un 5,5% anual en 2022 (OCDE). Una circunstancia que está afectando negativamente a sectores industriales de gran relevancia como el automóvil, la segunda mayor actividad manufacturera en España tras el sector agroalimentario, o la producción de productos químicos, cuyas exportaciones crecieron un 28,6% en términos interanuales a cierre del tercer trimestre de 2021.

Al mismo tiempo que, en el caso del turismo será determinante la evolución de la crisis sanitaria y la aceleración del proceso de vacunación a nivel global. Todo ello en un contexto en el que los avances científicos y médicos, unido a las previsibles menores restricciones de movilidad internacional y la demanda embalsada, podrían favorecer que a finales de 2022 su nivel de actividad fuera sólo un 20% inferior a sus registros previos a la pandemia. Un hecho que tendría importantes implicaciones positivas no sólo en la recuperación del empleo directo, sino también en otras actividades como el ocio, la hostelería, el comercio minorista y numerosas ramas industriales. Por otro lado, es importante recordar la relevante contribución del turismo en la preservación de nuestro patrimonio histórico y cultural y sobre la marca país. 

Más allá de los retos presentes que afrontan la industria y el turismo de nuestro país, es importante señalar que su dinamismo y competitividad futura estarán marcados por la capacidad de adaptarse a las tendencias que ya existían o que han sido aceleradas por la crisis del coronavirus. Es cierto que las empresas españolas han demostrados a lo largo de las diferentes crisis que ha sufrido España su capacidad de reinvención, destacando el aumento del peso de las exportaciones en nuestro PIB de un 23% hasta un 35% entre 2009 y 2019. Sin embargo, ante un mundo no lineal, cambiante y con mayores niveles de volatilidad, es necesario más que nunca impulsar la colaboración público-privada y entre las empresas españolas.

Junto al éxito en el diseño y ejecución de los fondos Next Generation UE, España requiere abrir un periodo de reformas estructurales consensuadas con una clara vocación de apoyo al tejido empresarial y a la creación de un entorno de negocios atractivo para la inversión extranjera directa. Una estrategia con visión de largo plazo que permita mantener el protagonismo del turismo y aumentar la contribución de la industria a la economía española, hasta al menos lograr el objetivo marcado por la UE de un 20% del PIB.

La Crisis Global del Coronavirus ha puesto de manifiesto no sólo la mayor resiliencia de las economías en las que la industria tiene un mayor protagonismo, sino también la escasa diversificación de las cadenas de valor mundiales, especialmente en el suministro de productos y componentes de carácter estratégico. De ahí que se haya acelerado un fenómeno definido como “glocalización”, es decir, la adaptación de los patrones globales a las condiciones locales. Así, aumenta el número de empresas que se plantean diversificar sus centros de producción tanto a nivel nacional como internacional, con el objetivo de minimizar riesgos y garantizar el suministro a sus mercados objetivos. Una realidad que han reflejado en sus planes de recuperación Italia y Francia, con la vocación de aumentar el peso de su sector industrial e impulsar la fabricación de semiconductores en ambos países. 

Ante esta realidad, España, dada su posición geográfica y la competitividad de sus grandes y medianas empresas, debe de crear un marco regulatorio, fiscal y laboral competitivo que permita no sólo la creación y crecimiento de su tejido empresarial, sino también la atracción de centros de producción e innovación de compañías extranjeras. Por ello, es necesario una menor presión fiscal, reducir las trabas burocráticas y una mayor unidad de mercado y seguridad jurídica. No obstante, junto a estas medidas, es clave diseñar una transición energética que ofrezca seguridad y estabilidad en el coste de la energía y contar con talento. En este último aspecto es vital reformar nuestro sistema educativo con una mejor orientación profesional, impulsar la FP dual, mejorar la eficacia de las políticas activas de empleo y crear incentivos para atraer capital humano. Todo ello en un entorno en el que crece el número de empresas con dificultades para cubrir puestos de trabajo de carácter técnico o con determinados perfiles profesionales.

Junto a la “glocalización”, también es importante destacar los cambios en los patrones de consumo acelerados por el envejecimiento de la población, el mayor protagonismo de los consumidores de la región Asia-Pacífico y el incremento de la relevancia de los criterios de sostenibilidad, ética y responsabilidad social. Al mismo tiempo que la pandemia ha impulsado el comercio online, y ha puesto en evidencia el papel en las próximas décadas de la economía colaborativa y de la creciente demanda de bienes y servicios personalizados, en aspectos relacionados con la salud, el bienestar o el turismo.

Resumen

Un conjunto de retos que abren nuevas oportunidades para la economía española, dada la experiencia, el conocimiento y la competitividad de las empresas que configuran la industria y el turismo en ámbitos como la movilidad, la logística, la digitalización, la eficiencia energética, la sanidad, la alimentación, el ocio, entre otros. De ahí que no consigamos construir una senda de crecimiento sostenible, integradora e ilusionante para las diferentes generaciones que configuramos España si no creamos un entorno económico que permita que nuestro turismo e industria posean una posición de liderazgo a nivel global.

Acerca de este artículo