De acuerdo con el Global Risk Survey 2020 de EY, el 79% de los Directorios afirmó que sus compañías no se encontraban preparadas para enfrentar un evento de crisis, una realidad que se ha percibido a nivel macro en todos los países de Latinoamérica. Gran parte de ellos, economías emergentes que se han visto paralizadas de la noche a la mañana por la coyuntura de la emergencia sanitaria del COVID-19. Y a pesar que las actividades económicas se están reactivando poco a poco y las empresas ya están definiendo cómo pueden situarse en la trayectoria correcta para superar los retos del entorno y asegurar su permanencia en el mercado, es necesario entender que las acciones tomadas de cara a la coyuntura, muchas de ellas en escenarios de supervivencia empresarial, deben estar alineadas, en lo posible, a una estrategia de corto, mediano y largo plazo, que sirva de guía en una realidad donde la incertidumbre ha tomado gran relevancia.
Por ello en EY tenemos la visión de que se debe afrontar esta crisis en tres fases. Es decir, las empresas deben tomar acciones para responder con urgencia al ahora, pero a la vez prepararse para lo que sigue y también ir pensando más allá, establecer los ajustes y cambios necesarios para operar en la nueva normalidad.
La pandemia ha generado situaciones extraordinarias que requieren una profunda transformación social, económica y tecnológica. No volveremos a nuestras antiguas formas de vivir, trabajar o hacer negocios, el mañana será seguramente muy diferente por lo que debemos empezar a rediseñar el futuro desde hoy.
Las empresas con mejores pronósticos serán aquellas capaces de adaptar su forma de operar, las estrategas que están un paso adelante, aquellas que no esperan ser absorbidas por la coyuntura y caer enmarcadas en la figura de la supervivencia. Y aunque es importante construir resiliencia en el ahora, las empresas líderes deben encontrar la forma de equilibrar la recuperación, preparar a la empresa para lo que venga y moldearse para el periodo posterior a la pandemia.
Una estrategia que tenga a las personas en el centro, con un enfoque de innovación y tecnología, puede contribuir a que las compañías mejoren su agilidad, capacidad de adaptación y, por ende, emerjan aún más fuertes.
Ante la situación que atravesamos la única cosa que podemos controlar es cómo respondemos a los retos: refugiarnos en lo que ya conocemos o ver esto como una oportunidad para reiniciar y transformar. El futuro está implícito en las decisiones que tomemos hoy y las compañías necesitan elegir sabiamente sus próximos pasos.