Nueve países ya han promulgado leyes sobre el DST (Reino Unido, Francia, Italia, Austria, España, República Checa, Polonia, Turquía e India), mientras que el resto tiene leyes pendientes o en espera. Muchas de estas leyes tributarias incluyen "cláusulas de caducidad", lo que significa que expirarán si se alcanza un acuerdo a nivel de la OCDE o de la UE — pero no hay garantía de que los países permitan que estos impuestos caduquen o los retiren como parte de un acuerdo de la OCDE o de la UE. Además, se están desarrollando algunos DST a nivel subnacional. Por ejemplo, el estado estadounidense de Maryland aprobó el primer impuesto del país sobre la publicidad digital, que está siendo impugnado en los tribunales.
Como dice Gijsbert Bulk, EY Global Director of Indirect Tax, "esta proliferación de DST locales ha dado lugar a un confuso panorama fiscal global que presenta una mezcla de IVA, derechos de aduana, gravámenes, retenciones, impuestos extraterritoriales e impuestos híbridos sobre las transacciones digitales, cada uno con su propio tipo impositivo, ingresos globales y umbrales de ingresos locales".
Dado que cada país diseña su propio impuesto sobre los servicios digitales, el costo y la complejidad de su cumplimiento pueden resultar rápidamente prohibitivos.
Nicoletta Mazzitelli, Tax Partner at Studio Legale Tributario EY, basada en Roma, ha tenido experiencia de primera mano en la gestión del nuevo impuesto sobre los servicios digitales de Italia y ofrece una perspectiva útil sobre su alcance. "El DST italiano tiene una tasa del 3% y es aplicable desde el 1 de enero de 2020", explica. "El impuesto lo debe pagar cualquier entidad o grupo que supere los siguientes umbrales: ingresos mundiales superiores a 750 millones de euros e ingresos por servicios digitales con origen en Italia superiores a 5,5 millones de euros".
El DST italiano abarca la publicidad digital, las redes sociales y las plataformas de bienes y servicios; también cubre la venta de datos recogidos de los usuarios.
Channing Flynn, EY Global International Tax and Transactions Services Partner, Tax Technology Sector Leader and Digital Tax Leader, esboza el impacto en la vida real de esa unilateralidad: "Si una empresa opera en 80 o 90 países, el peligro es que tendrá que ejecutar 80 o 90 cálculos fiscales diferentes para seguir cumpliendo", dice.
Flynn también señala que estas empresas tendrán que considerar cómo se canaliza esta complejidad a través de la economía de su organización: cómo fijan los precios y cuál es el costo de hacer negocios en determinadas jurisdicciones. "Como se puede ver, todo esto se complica muy rápidamente", dice.
Ante este laberíntico nivel de complejidad, está claro por qué muchos países y empresas esperan que la OCDE pueda lograr un enfoque coordinado basado en el consenso para aplicar los principios del impuesto sobre la renta a la actividad digital. Países clave como Estados Unidos deben formar parte del acuerdo para que cualquier nuevo régimen fiscal global sea viable.
En EE.UU., la administración Trump consideró que el DST francés era discriminatorio para las empresas estadounidenses y propuso aranceles del 100% sobre determinados productos de origen francés por un total de 2.400 millones de dólares; también se consideraron discriminatorios los DST de Austria, Brasil, la República Checa, la UE, India, Indonesia, Italia, España, Turquía y el Reino Unido2. No se han tomado más medidas en relación con estas conclusiones y la administración Biden aún no se ha pronunciado sobre estos asuntos comerciales.
Trazar el camino a seguir
Ante la incertidumbre y los crecientes niveles de complejidad y costo, ¿qué medidas pueden tomar las empresas de servicios digitales para asegurarse de que siguen cumpliendo la normativa? Michalak afirma: "Los impuestos unilaterales sobre los servicios digitales son reales y están ocurriendo ahora mismo. Las organizaciones deben vigilar de cerca cómo y dónde se promulgan estos impuestos, y lo que esto significa para sus niveles de exposición fiscal".