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Integridad Corporativa: mucho más que el “sí, tenemos”.

En los últimos años hemos sido testigos de cómo las empresas han tomado mayor conciencia de la integridad corporativa. Hoy, muchas más empresas están invirtiendo en estructuras de cumplimiento, capacitación en integridad y ya han publicado declaraciones de valores organizacionales o códigos de conducta.

La integridad como un componente esencial de la confianza, se ha transformado en un recurso útil para evaluar y mitigar los riesgos, atraer nuevos clientes, retener talento y llegar a nuevos mercados. Al reconocer la gravedad de las malas conductas y tomar medidas proactivas para prevenirlas, detectarlas y abordarlas, las organizaciones dan prioridad a la integridad y demuestran su compromiso.

Si bien, nuestra Encuesta Global de Integridad 2024 y sus resultados para Chile, reflejan que los estándares de integridad corporativa han ido en aumento- impulsados fuertemente por escenarios normativos más estrictos-, nuestro estudio muestra una importante desconexión cuando se trata de actitudes y comportamiento. En efecto, los resultados señalan que gran cantidad de empleados siguen dispuestos a actuar de forma poco ética por beneficios para los resultados de la empresa y/o beneficios personales (carrera o remuneración).

Esta brecha entre la intención y el comportamiento real en las organizaciones, presenta importantes desafíos, sobre todo, si consideramos que: nos encontramos a meses de la entrada en vigor de la ley 21.595, sobre delitos económicos y medioambientales, que exige que el estándar de Integridad en las organizaciones sea “serio y razonable” pero no detalla las actividades que las organizaciones deben acreditar; y, el fuerte diagnóstico que se desprende de la historia fidedigna de la propia ley, “…la empresa debe hacer mayores esfuerzos para contar con el modelo de prevención. La idea es que deje de ser un simple “checklist” formal como lo es actualmente…”

Si bien no existe una fórmula perfecta, EY creemos que es clave desafiar y hacer las preguntas correctas. En este sentido, creemos clave preguntarse ¿cuáles son los componentes de un sistema de cumplimiento integral? No detenerse sólo en lo que existe y lo que falta, sino que ir más allá y formularse también interrogantes que apunten a un diseño y funcionamiento adecuado. Por ejemplo, en materia del riesgo de soborno al …“sí, tenemos” …sumar, como mínimo, que los componentes deben cumplir con la legislación vigente, como así también se adecúen a las mejores prácticas internacionales, guardando registro no solo de su implementación, sino también de su correcto y genuino funcionamiento.

Al respecto, el doctor Michael Jensen de la Universidad de Harvard propone que la integridad es una condición necesaria - no la única - para que una empresa pueda lograr sus objetivos de negocio. Así como una rueda necesita estar íntegra para rodar y funcionar con el desempeño esperado, una empresa necesita ser íntegra para operar con su máximo desempeño.  Según el doctor Jensen, las personas son íntegras cuando cumplen y honran su palabra, y, las organizaciones, son íntegras en función a las decisiones que toman las personas que la conforman. En este sentido, resulta importante no solo “cumplir” con implementar un Modelo de Prevención de Delitos en papel; sino también “honrar” dicha palabra, teniendo mecanismos que, de manera razonable, puedan efectivamente prevenir, detectar y responder ante potenciales situaciones irregulares.

Resumen

En definitiva, a sólo meses de la entrada en vigor de la ley 21.595, sobre delitos económicos y medioambientales, es un buen momento para mirar con profundidad cómo realmente está su organización. Y, a partir de ahí, implementar sistemas que la ubiquen al nivel de las mejores prácticas internacionales, en consonancia con un mercado más transparente. 

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