Desde mucho antes de ingresar a EY, había escuchado sobre la firma y su cultura y me había sentido atraída. Conocer que había empresas en donde la flexibilidad era parte del día a día resultó uno de los factores que me incentivaron a sumarme a este lugar.
Ingresé en 2012 cuando mi hija tenía tan solo un año y medio. Me encontré en un ambiente en donde siempre pude equilibrar mi trabajo con la presencia en mi casa como mamá. Pude aprovechar la flexibilidad de la firma y de mis líderes para poder estar presente en esos momentos que nos quedan guardados desde nuestra infancia: actos escolares, primera excursión, visitas al médico o cumpleaños.
Debido a la pandemia de COVID-19, la vida es puertas adentro y todo pasa en casa, en este contexto, poder mantener ese balance entre mi carrera y mi vida personal resultó mucho más desafiante.
Dar cursos, trabajar y cumplir con todas mis tareas y, al mismo tiempo, poder compartir almuerzos, participar en clases virtuales y ser parte de la educación de mis dos hijos, es mi día a día. Siempre aparecen en alguna reunión virtual; ya sea porque tienen hambre, porque necesitan algún tipo de ayuda o simplemente porque el aburrimiento los sobrepasa. Y no importa a quién tenga del otro lado en esas charlas, siempre se me da el espacio para poder atenderlos, consolarlos y resolver la situación de ese momento.
Por el hecho de tener el espacio y la flexibilidad para equilibrar mis prioridades y por las personas que saben entender y empatizar con las madres en horario laboral, sé que EY es un gran lugar para trabajar.