“Nací en una olla de chocolate”, dispara Diego Fenoglio. Y no exagera. Aldo, su padre, arrancó en la Argentina en 1948 cuando ya lejos de su Italia natal comenzó con la Confitería Tronador en Bariloche. Allí conoció a Inés, su mujer, con quien tuvieron a sus dos hijos y al que criaron como un tercero: Fenoglio.
Su papá inventó el chocolate en rama por casualidad o mejor dicho causalidad y falleció de un infarto cuando Diego tenía 20 años e intempestivamente tuvo que hacerse cargo de la empresa. Lejos de creérsela hoy razona sobre los errores, sobre los golpes de la vida y sobre cómo fue el punto de inflexión en el que decidió salir de la creación de su padre que compartía con su mamá y su hermana y gestar la propia: Rapanui.
El nombre surge de una casa en la que habitaba de chico y desde allí es donde generó una marca global: Franui.
Hoy tiene una planta en Valencia adonde invirtió 3,5 millones de euros para abastecer a Europa y en menos de doce meses abrirá una nueva fábrica en Fátima para exportar a toda América latina.
Además, tiene un nuevo proyecto destinado a la producción de frambuesas en Bariloche y muchos sueños por cumplir.
“La vida no es una recta, es más bien un camino sinuoso”, relata en el primer capítulo de “Hacedores que inspiran”, el ciclo de entrevistas de LA NACION + EY.
Por José del Río
LA NACIÓN