L
a energía en México ha sido, en gran medida, de limitación. Solemos pensar en términos de eficiencia, lo cual tiene mucho sentido cuando las fuentes primarias son combustibles fósiles que, en su aprovechamiento, han demostrado ser altamente contaminantes, tener costos marginales cada vez más altos y, lo peor de todo, estar destinados a agotarse.
Pero, ¿qué pasa cuando las fuentes de energía que utilizamos no corresponden a flujos finitos? ¿Y qué tal si tampoco hubiera el riesgo de modificar la composición de la atmósfera, sino que la energía fuera limpia? Y soñando un poco más, ¿qué tal si las fuentes de energía fueran virtualmente inagotables? Entraríamos así en una nueva era de posibilidad energética, donde se podría proporcionar una auténtica economía de la abundancia.
A modo de ejemplo, consideremos que la cantidad de energía solar que llega a la superficie de la Tierra es enorme. Diariamente, algo así como 174 000 000 de GW de energía solar entran en la atmósfera superior¹. Es evidente que no toda esta energía solar está disponible para ser capturada por paneles fotovoltaicos. De arranque, necesitamos una buena parte de este flujo para las funciones fotosintéticas que le dan energía a la biosfera. Además, alrededor de un tercio de la energía se refleja de vuelta al espacio y el resto es absorbido por océanos, nubes y por la superficie de la Tierra.
Por otro lado, no hay energía solar durante la noche o en días nublados y la cantidad que se puede convertir de forma práctica en electricidad depende de varios factores, como la eficiencia de los paneles solares y la ubicación geográfica. No obstante, según datos de la Agencia Internacional de la Energía², en un solo día la Tierra recibe energía más que suficiente para alimentar el consumo mundial durante todo un año. Si ampliamos un poco la visión, podemos entender que hay que pensar más allá de la fotovoltaica, porque los vientos que generan la energía eólica y los ciclos del agua de las hidroeléctricas dependen también, en buena medida, de los flujos que el sol provoca en nuestro planeta. Con un poco de imaginación se vislumbra el potencial de desarrollo que representa tener una fuente de energía no solo renovable, limpia y barata, sino además abundante.
En el umbral de este emocionante futuro, México se alza como un líder potencial para la transición hacia la abundancia energética. La capacidad de la energía renovable en México es grande, al estar ubicado en el cinturón solar, término utilizado en la industria para describir las regiones del mundo ubicadas alrededor de los trópicos de Cáncer y Capricornio; y que reciben la mayor cantidad de radiación solar directa.
Según el World Energy Outlook3, nuestro país tiene potencial para generar algo así como 46 000 MW de capacidad solar fotovoltaica, lo cual está muy cerca de la demanda máxima del Sistema Eléctrico Nacional (que suele caer en horario solar) y muy lejos de los 7000 MW aproximadamente que tenemos instalados hoy.
Abundancia energética, más allá del sol
Pero la solar no es la única fuente de energía con potencial. El país también cuenta con considerables recursos eólicos, hidrológicos y geotérmicos. Al mirar hacia el futuro, el hidrógeno verde se destacaría también como una oportunidad significativa que puede desempeñar un papel fundamental en una economía de energía abundante y sostenible.
Con todo este potencial, y gracias a su posición geopolítica estratégica, nuestro país no solo tiene el potencial de convertirse en un líder en la producción de energía limpia y sostenible, sino también en una superpotencia energética global. Este es un cambio revolucionario que puede redefinir cómo el mundo ve a México y cómo México se ve a sí mismo.
Por supuesto, la transición hacia la abundancia energética presenta algunos desafíos. Ya hemos sufrido los estragos de la administración de la abundancia; además, la red de transmisión de electricidad en México tiene problemas de saturación, y la emisión de permisos para nuevas instalaciones ha sido, por llamarla de alguna manera, lenta. Sin embargo, estos desafíos son superables y, una vez superados, allanan el camino para un futuro energético más brillante.
Las empresas del sector energético pueden y deben liderar esta revolución. Al adoptar energías renovables e invertir en tecnologías revolucionarias como el hidrógeno verde, pueden desempeñar un papel activo en la creación de un futuro energético abundante. Y claro, a la par habría que adoptar una agresiva implementación de medidas de eficiencia energética orientadas a eliminar los combustibles fósiles de nuestra matriz energética.
La abundancia de energía limpia y sostenible puede no solamente ser beneficiosa para la economía mexicana —al atraer inversiones extranjeras asociadas al nearshoring y a nuestra recién adquirida posición como el principal socio comercial de los Estados Unidos—, sino que puede ser el pilar de desarrollo y diferenciación de México. En última instancia, nuestro país se encuentra en una encrucijada: podemos aferrarnos a las viejas formas de pensar la energía, es decir en términos de eficiencia, conservación, protección y soberanía, o podemos adoptar un nuevo paradigma de abundancia energética apostando por un futuro no solo más limpio, sino también más brillante y más próspero para todos.