Anticipación, estudio, ejecución. Me lo planteo cuando veo tantas en el tráfico sofocante de Lima. Como metrópolis neurótica, le agregarnos a su yuxtapuesta gestión operativa una cantidad importante de obras iniciadas, pero no continuadas, además de otras descontinuadas e inconclusas. Puentes elevados desmontados y vueltos a montar -pero no terminados-, y carriles recortados y desatendidos con vallas en -otrora- vías rápidas, son solo ejemplos de autoinfligirnos más crispación social, por la ausencia de anticipación, estudio y ejecución.
Ya hemos comenzado a escuchar que no llegaremos a 4% de crecimiento anual de PIB en 2019, dado el crecimiento menor a 3% obtenido en el primer trimestre, y que una razón es la caída importante de la inversión pública en sus tres estamentos: central, regional y municipal. El déficit de infraestructura es grande, y una profecía autocumplida se cierne sobre nosotros: que lleguemos a tal nivel de atraso y colapso de infraestructura, que los milagros para conectar más comercio exterior, transporte logístico en general y el `vivir la vida cotidiana` se torne más acotado a guetos en las propias ciudades. El Perú está llegando a una curva asintótica de crecimiento, porque, al igual que en los diagnósticos para mejorar nuestros endémicos desafíos en educación y salud, por citar algunos, en infraestructura no abordamos su solución. La necesidad de hacer lo inteligente no ocurre.
Los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos Lima 2019 nos han atraído una antorcha de luz al respecto. La promulgación de los Decretos Legislativos 1248 y 1335 -que invito a estudiar- ha permitido mayor agilidad para desarrollar, invertir, equipar y operar la ejecución de nuestros Juegos. La novedosa aplicación de los contratos New Engineering Contract (NEC) ha permitido desarrollar la infraestructura deportiva en tiempo récord, obligando al titular y al contratista a ponerse de acuerdo sobre cualquier discrepancia dentro del proyecto, aceptando cambios y mejoras in situ y prácticamente `en vivo`, y redituando ahorros de tiempo y dinero. Los NEC constituyen acuerdos integrales que se soportan sobre tres objetivos fundamentales: a) claridad, b) simplicidad y c) flexibilidad para el estímulo a la buena y transparente administración y utilización de buenas prácticas. Por ejemplo, la Villa Panamericana tenía una inversión estimada de US$ 700 millones, pero su costo final muy probablemente llegará a ser sustancialmente inferior, gracias a los cambios anticipados, estudiados, aceptados y ejecutados con inteligencia: menos torres y más altas, más cercanas entre sí, y más espacio total liberado de estacionamientos no subterráneos. Los NEC son contratos colaborativos que procuran maximizar los recursos y que realizan una distribución equitativa de los riesgos y beneficios entre titular y contratista, reduciendo los reclamos y disputas que causan pérdidas económicas y alimentan el estrés social mencionado. Incorporan mecanismos de resolución de disputas que no interrumpen su ejecución y que acompañan a las partes durante este proceso. Ello brinda agilidad en la solución de controversias, y también dota de incentivos a las partes, que se aplican en caso se alcancen hitos contractuales en plazos reducidos, sin deterioro de la calidad preestablecida.
Aplicar los NEC es una manera de hacer lo inteligente y resolver el déficit de infraestructura. Es un modelo contractual que aporta valor y que debe ser adoptado para ciertos proyectos de infraestructura pública, priorizando eficiencia y calidad en las obras y, por consiguiente, el buscado bien común.